El triángulo dramático

El triángulo dramático

Feb 18, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Este se compone de tres roles sociales, el de perseguidor, el de víctima y el de salvador. Es un triángulo vinculado a una carencia emocional y/o a carencias de herramientas cognitivas para interactuar socialmente. A pesar de empezar en la adolescencia es sobre los 25 años cuando se materializa como forma de ser y se solapa a nuestro carácter. Se podría decir que es nuestro comportamiento social, es la manera que tenemos de interactuar con los demás. Los tres están vinculados entre ellos y paralelamente, son beneficiosos para la persona que los interpreta. Igualmente, no hay que olvidar que somos seres humanos y por lo tanto, nuestro organismo está formado por una parte cognitiva y una parte física y juntas forman el cuerpo. Con esto quiero decir que somos independientes y autosuficientes, sin embargo la cultura, hábitos y costumbres de cada país los interpretan a su manera. Pero aun así, todos deseamos la felicidad y el bienestar solo que cada uno lo hace a su manera. Entonces, para que se entienda mejor el artículo lo basaré en los pilares de la teoría hedonista y esta nos dice que el ser humano nos movemos por el placer y evitando el dolor o sufrimiento. Con esto quiero explicar que los tres roles están enfocados en el mismo objetivo, en buscar algún beneficio personal, ya sea material y/o psicológico.

Simultáneamente, también es una manera de manipulación social, somos conscientes del mensaje que transmitimos y de la respuesta que queremos recibir, a pesar de que a veces, el subconsciente nos hace actuar de manera contraria, pensamos que actuando de tal manera conseguiremos unos resultados y sin embargo, son diferentes. Pero ante todo, hay que entender que los tres roles vienen condicionados por haber vivido experiencias donde el resultado ha sido favorable por el hecho de haber interpretado uno de ellos. Digamos que en la adolescencia hemos sufrido burlas y hemos aprendido que siendo la víctima, los demás nos ayudan para superarlo y esta sensación de tranquilidad percibida nos reconforta pero desgraciadamente, no somos capaces de encontrarla de ningún otro modo que no sea siendo una víctima. En consecuencia y lamentablemente, nos mostraremos como víctimas en cualquier ámbito y situación, generalizaremos el comportamiento y estaremos esperando una respuesta de protección, ser salvados por alguien más. Todos conocemos gente que se pasa el día llorando y recordándonos su situación económica o familiar con el único propósito de conseguir una respuesta afectiva y/o material por nuestra parte o por la de un organismo social.

Estas personas han aprendido que con el rol de víctima pueden manipular emocionalmente a la otra parte y por encima, si esta va de salvadora le costará muy poco conseguir sus objetivos. Igualmente, la persona que va de víctima se comporta de manera similar con todo el mundo en un primer momento pero, viendo la respuesta recibida cambiará de rol o lo mantendrá, dependiendo de sí la otra parte es salvadora o no. Es decir, ya sabe a quién llorar y aquí no y en lo referente al salvador, es alguien que durante la adolescencia ha interpretado que es indispensable, que sin su presencia la situación es insostenible. En ocasiones es debido a que los padres delegan en él responsabilidades que no sabe gestionar debido a su temprana edad.

Esto por un lado y por el otro está la persona que siendo salvadora se encuentra a gusto, le gusta pensar que sin su ayuda los demás no saldrían adelante. Este perfil denota una carencia emocional, la persona se siente vacía interiormente y se refugia en la ayuda social para sentir que su vida tiene un valor. Ahora, no hay que confundirlo con el altruismo, donde ayudamos por empatía porque nos metemos en la piel de los demás y no nos gustaría estar en su lugar. En el rol de salvador se busca ayudar a los demás sin tener en cuenta la propia situación personal, es decir, primero van los demás y después nosotros. Quien interpreta este rol es incapaz de negarse a ofrecer su ayuda aún sabiendo que saldrá perjudicado. No es consciente de la individualidad personal y que tarde o temprano la otra parte encontrará cómo salir adelante sin su ayuda, es una virtud que tenemos los seres humanos, cuando el hambre aprieta, encontramos dónde comer. La persona que va de salvadora, se siente responsable de los otros, se adjudica los problemas ajenos y en muchas ocasiones, incluso se siente culpable por la situación personal de la otra parte. Entonces, interpreta que dándole su tiempo y/o dinero la salvará o por lo menos, le facilitará las cosas.

Pero es que igualmente, este rol es paralelo al de víctima dado que en muchas ocasiones se intercambian y la persona salvadora va de víctima, diciendo que solo la quieren por  su dinero o que solo la buscan para solventar problemas. Por otro lado, el rol de perseguidor, es un comportamiento exculpador, él nunca tiene la culpa de su comportamiento. Actúa de dicha manera porque los otros le han obligado, él no quería pero se ha visto forzado a hacerlo. Por lo tanto, ahora que conocemos la definición de cada rol podemos inferir que según nuestra posición personal en un contexto o ámbito social interpretaremos uno u otro. A modo de ejemplo: si hemos tenido unos padres salvadores y nos han sobreprotegido, cuando las cosas se compliquen un poco, no tendremos habilidades sociales para expresarnos. Entonces, iremos de víctimas, lloraremos y nos quejaremos de todo buscando que alguien nos solucione la papeleta.

De la misma forma, si tenemos pareja sentimental pero somos demasiado orgullosos como para reconocer nuestros propios errores, siempre la culparemos a ella de los problemas conyugales, le recriminaremos conductas y comportamientos. De igual modo y continuando con los dos ejemplos anteriores, debido a la sobreprotección de nuestros padres podemos sentirnos en la obligación de salvar a nuestra pareja y sin querer, le prohibiremos hacer cosas pensando que es por su bien, que la estamos salvando de una posible frustración y futuro malestar. Por lo tanto, para no entrar en el triángulo o para salir de él, primero tenemos que aceptar la individualidad personal y después, antes de actuar, preguntarnos si realmente queremos expresar lo que estamos sintiendo, dado que el inconsciente muchas veces quiere justo el contrario.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor