Acoso y abuso sexual en el deporte

Acoso y abuso sexual en el deporte

Feb 9, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Lamentablemente, no es un hecho aíslado y cada vez salen más casos en los medios de comunicación, deportistas adultos que denuncian estos hechos. Gente que en el momento de los abusos era menor de edad y que por miedo, vergüenza o incluso, por desconocimiento de sus derechos no denunciaron a los agresores. Vergüenza porque pensaban que era culpa suya, por cómo vestían o se comportaban. Pero es que paralelamente, también hay quien lo encontraba normal, entendía que las conductas sexuales de sus agresores formaban parte de los entrenamientos o que era el precio a pagar por estar en la élite, en el club o federación de sus sueños y por eso mismo nunca denunciaron la situación. Han tenido que transcurrir muchos años para darse cuenta de la trascendencia, importancia e ilegalidad de este comportamiento acosador y abusivo por parte del equipo técnico o de cualquier miembro dentro de él.

Ahora, ¿cómo se consigue que el menor esté callado y no diga nada a sus padres? Pues la respuesta la encontramos en el miedo y/o las amenazas que recibe por parte del agresor. Por un lado, está el miedo a perder los privilegios que comporta formar parte de una federación y/o club de tanto nivel y por el otro, está el miedo a defraudar a los padres, asocian denunciar con tener que abandonar el deporte y romper las espectatives de sus padres. Esto último se debe a que muchos progenitores exigen demasiado a sus hijos y sin querer provocan que los niños interpreten que la victoria debe conseguirse a cualquier precio, perdiendo de vista el objetivo principal del deporte, que es la diversión y el aprendizaje de nuevas maneras de pensar para superar los obstáculos y así fortalecer la autoestima. Con lo cual, la mejor manera para evitar este pensamiento es que el menor perciba que puede abandonar la actividad cuando quiera, sin que ello perturbe su relación con los padres.

Es decir, está muy bien que los padres sean exigentes con los hijos pero simultáneamente, tienen que darles a entender que pueden dejar la actividad en cualquier momento, que el deporte no es la base de su amor y por ende, no es imprescindible para su relación familiar. En lo referente a las amenazas, están dirigidas hacia la decepción a los padres, el agresor conoce muy bien el vínculo familiar entre ellos y se aprovecha para hacer daño por este lado.  Luego, concerniente al miedo es debido a que los niños basan su futuro o bienestar en la competición, sin ella no se sienten realizados y aquí es donde los padres tienen que hacerles entender que es una etapa más de su vida y que tienen que priorizar los estudios. Tienen que entender el deporte como una asignatura complementaria a la escuela solo que también les refuerza el carácter y la personalidad. Igualmente, los padres tienen que predicar con el ejemplo y no enfadarse con ellos si no obtienen los resultados esperados. La cuestión es que se diviertan y hagan amigos y simultáneamente, su rendimiento escolar mejorará o por lo menos, no decairá debido a que la disciplina exigida en el deporte la van a a generalizar al resto de ámbitos. Pero retomando el acoso, hay que decir que el perfil del agresor es casi universal y con esto quiero decir que es el mismo en cualquier parte del mundo, no importa la cultura ni el país.

Es alguien tímido, con pocas habilidades para ligar y se aprovecha de su situación de poder para influir en el menor, un poder basado en mandar y obedecer sin rechistar (¡se hace lo que yo digo!). Ahora, cuando digo tímido, no me refiero a introvertido dado, que en muchas ocasiones es alguien más bien extrovertido pero en el ámbito sexual es todo lo contrario, como no tiene habilidades sociales para interactuar con los demás en este sentido, prefiere canalizar esa carencia hacia los menores porque no tiene que negociar, ni demostrar nada, sino, solo imponerse y para ello utiliza en gran parte el efecto Halo. Este nos dice que si alguien o algo nos produce un impacto psicológico, le atribuimos más características de las que posee y es justo lo que sucede con estos abusadores. Son expertos en su materia y dan a entender a los menores que también lo son en los demás ámbitos, con lo cual, consiguen que les atribuyan características como la empatía, la gentileza, la simpatía y lamentablemente, acaba siendo su confidente, alguien a quien contar sus secretos y depositar su total confianza.

Después, una manera para detectar que algo no va bien con el menor es viendo su cambio de actitud, suele ser de forma brusca. Si era alguien tranquilo, cambia a hiperactivo y viceversa sucede igual, de ahí la importancia de mantener conversaciones de forma regular sobre la actividad y no solo de los resultados. Preguntarle cómo se siente practicando el deporte, qué beneficios le aporta y qué mejoraría o eliminaría de las sesiones de entrenamiento. Ahora y para ir acabando el articulo, hay que entender que la depresión en los menores, concretamente entre los 8 y los 16 años, difiere bastante de la de los adultos, ellos la expresan con la hiperactividad o la rabia, su caracter cambia hacia la rebelión. No entienden qué les sucede y su manera de desahogarse es con la hostilidad, la ira, o alargando sus actividades extraescolares e incluso, haciendo más solo para no tener tiempo para pensar en su estado emocional. Como metáfora, viene siendo igual que el adulto que está mal en casa y se pasa el día fuera con tal de pasar el menor tiempo posible con su pareja. No quiere o se ve incapaz de afrontar su realidad y prefiere evadirse en el deporte, el alcohol, los amigos, la soledad, etc.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clícnico y escritor