Adicción a las pantallas activas

Adicción a las pantallas activas

Feb 4, 2024 0 Por Omar El Bachiri

Las nuevas tecnologías son una herramienta necesaria y fundamental en muchos ámbitos laborales y sociales dado que, nos facilitan tanto el trabajo como la vida personal. Pero su mal uso o mejor dicho, su abuso causa trastornos cerebrales y entre ellos, la adicción al teléfono móvil, a mirar constantemente sus aplicaciones. Se podría hablar de cocaína numérica porque el hecho de revisar constantemente las noticias en las redes sociales activa el mismo sistema de recompensa cerebral que cualquier sustancia placentera: cocaína, heroína, cannabis, alcohol, tabaco, etc. Pero en este caso específico estaríamos hablando de drogas no químicas, de las comportamentales como son: el sexo, el juego, las compras, el trabajo, etc. conductas que generan tanto placer que cuesta mucho dejar de repetirlas. El cerebro segrega tanta dopamina que es imposible dejar de hacerlo, la sensación placentera es desbordante, y por eso mismo tantos adolescentes se pasan horas conectados a los videojuegos en línea o en las redes sociales. Por lo tanto, es interesante resaltar que la dopamina es la responsable de las adicciones, provoca la repetición de las conductas placenteras porque interpreta que si nos gustan, significa que nos benefician de algún modo. Igualmente, también regula la memoria, la motivación y la creatividad y entre sus funciones se encuentran la coordinación motora y la toma de decisiones.

Así pues, viendo su influencia comportamental podemos entender por qué la gente adicta a las nuevas tecnologías actúa de manera irracional o por lo menos, de manera improductiva. De ahí que los adolescentes no puedan evitar su comportamiento y acaben perdiendo la noción del tiempo, dejando de lado las obligaciones escolares, familiares y sociales. También, en muchas ocasiones, incluso se aíslan en sus habitaciones, saliendo solo para ir al lavabo o cuando los padres se hartan de la situación y cortan la conexión de internet. Por lo tanto, la adicción a las pantallas activas es un problema social bastante grande y más todavía, cuando hablamos de los más pequeños de la casa (2 – 10 años). Su cerebro todavía está en pleno desarrollo y lamentablemente, la corteza frontal queda dañada. Tenemos que entender que el cerebro es pura biología y cuando se altera su homeostasis (equilibrio) repercute inevitablemente en nuestro comportamiento, quedamos trastornados. Pero por suerte, en esta adicción en particular podemos hablar de recuperación por completo en cuánto la persona se aleja cierto tiempo de la tecnología (7-21 días), es decir, no es irreparable porque no mata las neuronas, sino que, las anula temporalmente, deja a la persona aletargada, dormida.

Resumiendo: mientras dura la exposición estamos en un estado de calma total, encantados y sin la capacidad de razonar, por lo tanto, perdemos la noción del tiempo, podemos estar horas conectados a los videojuegos en línea o en las redes sociales, sea interactuando con más gente o simplemente devorando contenido. Por otro lado, referente a los bebés, la exposición temprana y prolongada en el tiempo perjudica su adquisición del lenguaje y, por ende, no tendrían que tener acceso hasta por lo menos, que empiecen a hablar y no puede superar los 60 minutos consecutivos. Desgraciadamente, retrasa o dificulta su capacidad de hablar, de aprender palabras y utilizarlas contextualmente porque pueden saberse el abecedario o los principales colores en inglés, pero son incapaces de hacer una frase con ellos, por lo tanto, no saben hablar, solo están repitiendo palabras sin sentido.

Las nuevas tecnologías no son una herramienta de sustitución parental, son una ayuda para distraerse, pero siempre como segunda opción, nunca pueden sustituir los juegos manuales, puesto que estos potencian la creatividad, mejorando así las habilidades cognitivas. Es decir, la tecnología es una cosa maravillosa, pero usada como complemento a los trabajos manuales o al ejercicio físico. Un niño de entre 3 y 8 años tiene que dedicar más horas diarias a ejercitarse físicamente que a jugar virtualmente, tiene que cansarse físicamente para así, poder comer y dormir con más facilidad. Igualmente, jugando con más niños potencia la parte cognitiva y, por ende, mejora su interacción social y paralelamente, también aumenta su umbral a la frustración porque aprende por ensayo y error y esto se acaba traduciendo en la capacidad de ser constante y determinante. Así mismo y de rebote, también disminuye su egoísmo y mejora su empatía dado que, está viendo que entendiendo las emociones de los demás o compartiendo con ellos, el resultado suele ser casi siempre más favorable. Por otro lado, y para ir acabando, la adicción a mirar constantemente las redes sociales puede explicarse en parte por el síndrome FOMO. Este nos dice que la persona se conecta porque cree que la vida de los otros es más interesante que la suya o también, que nos conectamos por miedo a perdernos muchas novedades.

Cuando realmente no es así dado que, si estamos tres semanas sin entrar en ninguna red social veremos que no ha cambiado nada la cosa: la gente escribe, comenta y sube fotos similares constantemente. El ser humano solo cambiamos nuestra personalidad o nuestros hábitos y costumbres de manera consciente, dedicando tiempo y esfuerzo en su adquisición. Sin embargo, también podemos cambiarlos de manera inconsciente si vivimos una situación extrema, sea traumática o agradable, nuestra manera de interpretar la realidad se ve modificada por completo. Luego, referente a los daños o modificaciones de la corteza cerebral, conviene resaltar que perjudican la toma de decisiones, aumentan la agresividad, la impulsividad y van en detrimento de la concentración. Por lo tanto, el bebé o el niño cambia radicalmente su comportamiento y se vuelve alguien rebelde, caprichoso, agresivo, maleducado, desorientado, distraído, etc. Su pensamiento le repite constantemente que priorice estar conectado en detrimento de cualquier otra actividad y cuando se ve privado se encara a la otra parte de manera improductiva. Está buscando el placer instantáneo sin pensar en las consecuencias que puede comportar su actitud.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor