¿Somos inteligentes, listos o ambas cosas?

¿Somos inteligentes, listos o ambas cosas?

Feb 16, 2024 0 Por Omar El Bachiri

Estos dos conceptos, aunque parezcan sinónimos, son diferentes porque la inteligencia está más relacionada con el talento y las capacidades innatas que con las maneras de comportarnos. Es un concepto heredado genéticamente, pero depende del entorno social para desarrollarse. Por lo tanto, la genética nos da el potencial, pero el entorno social decide el resultado final, dado que, podemos ser buenos en matemáticas, pero si no tenemos la opción de escolarizarnos, nunca desarrollaremos el talento. Por el contrario, el segundo concepto es básicamente un comportamiento, una suma de conductas, de maneras de interpretar la realidad. Por eso mismo, ser listo podría definir-ser como ser perspicaz, hábil, audaz, ágil y rápido mentalmente. Por lo tanto, la persona lista es muy viva, está atenta a los cambios de su alrededor y si hablamos de ser productivos, ve oportunidades donde los demás vemos problemas. Todavía más, le gustan los retos porque los considera una manera eficaz de aprender, entiende que trabajar bajo presión es más una ventaja que un inconveniente, se siente a gusto trabajando de este modo.

Por su parte, la inteligencia podría definirse como la capacidad de resolver un problema con el mínimo esfuerzo y la ciencia lo ratifica a través de las neuroimágenes. Se ha visto que cuando estamos buscando una solución a un problema se activan ciertas zonas del cerebro, pero que, paradójicamente, cuanto más zonas se activan, más tardamos en encontrarla. Por lo tanto, la conclusión es que ser inteligente implica tener la capacidad de ahorrar energía, de ser resolutivos utilizando la menor cantidad de recursos mentales y esto, se traduce en ser eficaz con el mínimo esfuerzo. Análogamente, podría compararse con la industria automovilística o la telefónica: en cuanto a la primera, se están fabricando vehículos que gastan menos combustible, realizando los mismos kilómetros y paralelamente, también son más confortables. Por otra parte, los teléfonos móviles actuales se denominan inteligentes porque aparte de servir para llamar y enviar mensajes, también tienen muchas más funciones y el dispositivo no es más grande. Almacena más cantidad de información en el mismo espacio físico, sin que el procesador pierda velocidad.

En suma, una gran diferencia entre los dos es tanto el esfuerzo invertido, como el método usado para aprender. La persona inteligente aprende casi por inercia, cuando algo le llama la atención no tiene que esforzarse mucho, ni invertir mucho de tiempo para conseguirlo. Es decir, esto le llama la atención, busca como obtenerlo y en poco tiempo lo tiene. Contrariamente, la lista, cuando se interesa por algo, aunque también busca cómo obtenerlo, tiene que invertir más tiempo y recursos personales para hacerlo realidad. Va practicando y probando maneras diferentes de estudiar o hacer las cosas para, finalmente, encontrar la adecuada. La experiencia le ha enseñado que cuando se marca un reto, por muchos inconvenientes que puedan surgir, siempre acaba lográndolo porque se ha forjado una actitud a base de ser constante y determinante. Conviene subrayar, que la actitud es la que guía en gran parte nuestro estilo de vida, nuestro futuro, pero, ser inteligente o listo, condiciona la manera de vivirla, de interpretarla. Por ejemplo: podemos ser buenos en matemáticas, pero estar endeudados con el banco porque no tenemos la astucia negociadora, no hemos sabido negociar un interés a la baja o la duración del préstamo.

Es decir, podemos estar trabajando en el sector financiero y gestionar a la perfección el dinero de los demás, pero no el nuestro. Por el contrario, el listo, puede dedicarse a la construcción o al comercio y paralelamente, triunfar en las inversiones bancarias, ganando bastante dinero anualmente. Así pues, queda claro que influyen en nuestras emociones y sentimientos y como tal, también lo hacen en nuestra manera de pensar y actuar. Nuestra formación laboral, académica, personal y así como nuestras relaciones amorosas están influenciadas por estos dos conceptos. Igualmente, también hay que añadir un tercer concepto, el de ser un genio y este se consigue sumando los otros dos, poder ser inteligentes y listos al mismo tiempo. Si lo conseguimos nos transformamos en genios de las matemáticas, de las finanzas, del dibujo, de la música, de las relaciones interpersonales, etc. e incluso seremos unos gurús del amor. Dominaremos la teoría, entenderemos como hacer las cosas y paralelamente, también tendremos las herramientas mentales para llevarlas a cabo.

En definitiva: la gente inteligente tiene la virtud de aprender muy deprisa y sin esfuerzo, es talentosa y, por lo tanto, destaca en cualquier actividad en la que se involucre. Pero esta habilidad es una espada de doble filo dado que, conseguir buenos resultados sin tener que esforzarse implica no trabajar de forma constante, ni con muchas ganas y, como resultado, no aprendemos nuevas maneras de hacer las cosas porque no tenemos la necesidad de innovar. Entonces, no trabajamos las emociones y los sentimientos que aparecen cuando no conseguimos nuestros objetivos, a pesar de haber trabajado de lo lindo en ellos. No mejoramos nuestro umbral a la frustración y cuando la vida nos da un giro de 180 grados sin avisar:  nos cambia las condiciones laborales, económicas, sociales o personales, no sabemos gestionarlo emocionalmente. Un ejemplo lo encontramos en los deportes infantiles: artes marciales, fútbol, baloncesto, piscina, gimnasia, etc.

Los jóvenes que tienen un talento o facilidad destacan enseguida entre los compañeros, haciendo el mismo esfuerzo, consiguen mejores resultados que ellos, pero hacia los dieciséis años, la gran mayoría abandona el deporte. Solo quedan los que realmente se sienten identificados con él. En cambio, los que son listos, aunque dediquen las mismas horas, acaban superándolos porque de tanto repetir los ejercicios mejoran drásticamente sus habilidades y más tarde, son los que se convierten en profesores o entrenan toda su vida. La disciplina que han adquirido les ha enseñado que con esfuerzo y paciencia también se llega lejos.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor