Clases sociales y economía

Clases sociales y economía

Ene 13, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Una cosa es cierta y es que el dinero es cualquier cosa menos racional, dado que si lo fuera no habría tanta gente endeudada. Es más bien emocional, es pensar en él y asociarlo con alegría o rabia, dependiendo de su gestión previa. Es nuestra actitud frente a él, son nuestros pensamientos y manera de interpretar la vida quienes nos condicionan cómo lo gestionamos, si somos malgastadores, ahorradores o inversores. Un ejemplo bastante claro es la lotería, hay quien gana 200.000€ y en poco más de tres años no le queda ni un euro, después, tenemos la persona que se endeuda y económicamente está todavía peor que antes. Además de no tener el dinero, le debe al banco y luego, está la gente que lo hace crecer y tiene todavía más. Esto por un lado y por el otro, tenemos la clasificación social basada en la economía. Es decir, nos clasifica según el dinero acumulado que tenemos y/o ganamos pero su mala interpretación produce frustración y en muchas ocasiones invita al endeudamiento económico.

Hay gente que no conoce o no acepta la clase social a la que pertenece, entonces, la persona que la desconoce sufre por las desigualdades sociales, no entiende cómo puede haber gente ganando tanto dinero y gente que apenas gana para comer. En cuanto a la que no acepta su realidad, es la que vive de apariencias y se endeuda muy a menudo, vive a crédito, es acabar de pagar uno y meterse en otro. Esta segunda persona no entiende las reglas del juego, no se trata de parecer, sino, de ser y la única condición que existe es la cantidad de dinero que tenemos o ganamos. Cuanto más dinero poseemos, más alta es la clase social a la que pertenecemos, no es cuestión de belleza, glamur, educación, ni estudios académicos. Desgraciadamente, nuestro modelo de sociedad es el de consumo y nos quiere hacer creer que por el simple hecho de tener ciertos objetos cambiamos automáticamente de grupo social. Subimos de escala sin tener en cuenta el dinero acumulado y se ayuda de la publicidad para conseguirlo, ha asociado la abundancia y la carencia como requisito para formar parte de un determinado grupo social, omitiendo por completo el esfuerzo económico requerido.

Este hace referencia a la capacidad económica que tenemos para pagar las cosas, por ejemplo: si ganamos 4.500€ al mes y nos compramos un vehículo de 20.000€, no nos costará mucho pagarlo en 5 años, en cómodas cuotas. Por el contrario, si ganamos 1.500€, indudablemente que nos costará más y seguramente tendremos que dejar de lado otras cosas para poder pagarlo. También, otra manera de definirla es con la cantidad de horas trabajadas para pagar la mercancía, hay quién le dedicará 5 a la semana y hay quién invertirá 15. Por eso mismo tenemos un mercado adaptado a cada grupo social, está la opción de vivir de alquiler o de compra, de vestir con ropa de marca reconocida o de marca blanca, de ir en transporte público o privado, también tenemos la educación privada o la pública y así con muchos más ejemplos. La cuestión es que si nos adaptamos a nuestra clase social raramente tendremos problemas económicos, ahora, si queremos vivir en la que está por sobre pero sin respetar las reglas del juego, solo nos espera la melancolía y la ansiedad. Igualmente, siendo optimistas y utilizando esta información de manera productiva nos servirá de motivación para ganar más dinero y escalar en la sociedad, cambiar de grupo.

Viendo las ventajas que tenemos siendo de un grupo más elevado nos motivará a conseguirlo. Querremos ser, no parecer como hace la persona frustrada, que compra conscientemente material de imitación para aparentar tener dinero y ser aceptada en el grupo social deseado. Igualmente, no es una situación estática porque podemos estar en pareja y pertenecer a un grupo, separarnos y cambiar automáticamente a otro más bajo. De la misma forma, cuando tenemos cierta edad podemos formar parte de uno cualquiera y transcurrido un tiempo formar parte de otro diferente. La cuestión es entender y aceptar el grupo del que formamos parte en ese preciso momento. Por lo tanto, ahora es un buen momento para explicar las características de cada uno, a pesar de que no tiene nada que ver con las de los años 90 o principios del 2.000. La sociedad ha cambiado bastante y actualmente sólo tenemos cinco grupos diferentes: el miserable, el pobre, el trabajador, el rico y el millonario.

El miserable representa a la gente sin techo, la que está desempleada, que no tiene donde vivir y por lo tanto, duerme en la calle, subsiste por la caridad social y la gubernamental. Es decir, viven en la miseria porque pasan hambre, frío, calor y no tienen acceso en la sanidad pública, cualquier infección puede ser mortal para ellos, desde un simple resfriado, hasta una gastroenteritis. Después, el pobre representa la gente que aún trabajando las 40h semanales llega justo a final de mes, sus ingresos sólo alcanzan para cubrir los gastos básicos, (alquiler, comida, transporte y acceso a la sanidad pública). Luego, está el de los trabajadores que está compuesto por la gente que tiene la capacidad de ahorrar algo una vez ha pagado todos los gastos básicos para subsistir. Finalmente, los ricos y los millonarios son gente que vive sin preocupaciones económicas, pueden gastar su dinero sin hacer cuentas porque entra más de lo que sale.

A continuación y como forma de resumen, entendiendo la definición queda bastante clara la diferencia entre los grupos sociales pero cuando se hace caso omiso y la persona guía su comportamiento emocionalmente, en vez de hacerlo de forma racional, es cuando llegan los problemas económicos. Entonces, para evitarlo y no caer en la melancolía y la ansiedad tenemos que respetar dos consignas muy simples: la primera es tener en cuenta el esfuerzo económico pedido, los sacrificios que se tendrán que hacer posteriormente para poder afrontar la deuda generada. Unas veces será dedicando más horas de las deseadas y otras, será privándose de ciertos placeres. Por su parte, la segunda es no vivir de apariencias y aceptar la propia realidad, no querer llevar un estilo de vida que no toca.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor