Comprender el craving para no recaer en la adicción

¡El craving es el conjunto de emociones y sentimientos que conducen al abandono de la abstinencia por parte del sujeto adicto. De ahí que sea tan importante conocer su funcionamiento para así, no sucumbir cuando aparezca. No importa la adicción que tengamos: si al tabaco, al alcohol, a las compras, al sexo, al juego, a las drogas ilegales, etc., la situación de malestar mental es exactamente la misma: angustia, ansiedad y nerviosismo. Esta situación se nos hace imposible de soportar y sabemos que volviendo a consumir desaparece por completo, pero también somos conscientes de que si lo hacemos, estaremos echando a perder todo el esfuerzo físico y mental que le hemos dedicado, con lo cual, inventemos excusas para no sentirnos culpables.

Por lo tanto, si sabemos cómo afrontar las emociones y pensamientos que surgirán, será mucho más sencillo no volver a consumir. Si aprendemos nuevas maneras de interpretar la situación y sobre todo, de afrontarla, viviremos los estados de nerviosismo, de angustia y de ansiedad de manera más productiva. Es decir, seremos proactivos, nos avanzaremos a los hechos, buscaremos nuevas rutinas, nuevos lugares donde interactuar socialmente y si no hay más remedio, también nos alejaremos de nuestro círculo de amistades. Al menos, hasta que podemos estar en él sin tener que consumir.

Porque el problema no siempre son las amistades, ni los lugares que frecuentamos, sino, nuestra falta de autocontrol. A modo de ejemplo tenemos el alcohol y el tabaco: no todos fumamos y bebemos, pero sí que la mayoría de entre nosotros, entramos en bares y tenemos amistades que consumen ambas drogas. Así pues, el craving se reconoce cuando de repente nos venden unas ganas desmesuradas de volver a consumir porque extrañamos la sensación de paz, tranquilidad o de adrenalina relacionada con la substancia o comportamiento en concreto. Esto es así porque le hemos asociado sensaciones y emociones positivas y desgraciadamente, nuestra mente solo recuerda el placer y omite los perjuicios.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor