Dismorfofobia (no me gusta mi cuerpo)
Ene 12, 2021
Es cuando la persona tiene un defecto físico o cree tenerlo y le imposibilita una interactuación social adecuada, sin estrés, ni ansiedad, con lo cual, la evita. Es un trastorno muy discapacitante. La persona no se gusta a sí misma y hará lo que sea por camuflar o rectificar ese defecto. Si tiene medios económicos acudirá a la cirugía plástica y si no los tiene, abusará del maquillaje e incluso puede llegar aislarse en su hogar (sólo saldrá para ir al trabajo o a la escuela). Se considera el patito feo del grupo. Suele empezar en la adolescencia, por algún comentario familiar o alguna burla en la escuela. Alguien le dice algo despectivo sobre su cuerpo y se lo toma de manera personal, centra toda su atención en ese punto y lo convierte en un complejo. Se centra tanto en él que deja de lado el resto del cuerpo, es incapaz de hacer una media del conjunto corporal. Si lo hiciera se daría cuenta que lo tiene equilibrado.
Curiosamente, no tiene que ver con la autoestima, sino, más bien con el autoconcepto, su forma de verse y valorarse a ella misma. Debido a que lo hace de modo negativo, su visión de los sucesos provoca que distorsione su razonamiento e interpretación de la imagen reflejada en el espejo. Su pensamiento obsesivo exagera cualquier imperfección, sea real o imaginaria. Puede ver a una persona joven, mayor, con sobrepeso, delgada, atractiva, poco agraciada o incluso deforme, según su complejo. Luego, debido a su pensamiento se comporta compulsivamente y cree que los demás la observamos atentamente o nos burlamos de ella. Está convencida de que nos fijamos en su complejo y que si se opera dejaremos de hacerlo. Es su manera de ganar seguridad en ella misma, modifica la zona corporal y deja de prestarle atención. No tiene en cuenta que el problema es ese mismo, el punto de enfoque. De tanto pensar en él, ha idealizado un estereotipo, sea alterando el tamaño del pecho, la forma de la boca, de los ojos, etc. y le ha proyectado unos sentimientos.
En muchas ocasiones consigue su objetivo, mejorar su estado anímico, pero es debido a su forma de pensar, la ha cambiado, ahora interpreta la situación de una forma más optimista o por lo menos, no tan pesimista. No obstante, la gran diferencia entre este trastorno corporal y los demás, es que acudiendo al quirófano, el estado anímico mejora en segundos. Durante un tiempo determinado, no muy largo, la persona siente bienestar. El tiempo es limitado porque enfoca su felicidad en el exterior, en algo tan subjetivo como la belleza. Esta es cultural, temporal y dependiente al 100% de la vista.
Frente a una persona ciega, todos somos iguales, sin embargo intelectualmente, somos diferentes. Ahí es donde radica la diferencia humana y donde lamentablemente menos esfuerzo se invierte. Es más sencillo y rápido acudir al quirófano, entras, te duermen y cuando despiertas el milagro está hecho, tu deseo está concedido. Tienes el aspecto físico buscado, pero en muchas ocasiones, en cuanto se empieza ya no se puede parar, se ha entrado en la adicción al bisturí. Sucede igual que en las reformas de la vivienda, se empieza remodelando una habitación y luego ya no se para hasta haber retocado toda la casa. El comedor, el pasillo, el lavabo, la cocina, etc. Se pierde de vista el objetivo principal, tener una mejor habitación, en este caso en concreto, superar un complejo, la nariz, los ojos, los labios, los pechos, los glúteos, etc. Se ha empezado por una simple operación de nariz, se prosigue con los labios y así hasta llegar a los pechos, etc.
Acorde con esto, es de suma importancia tener el objetivo claro – ¿Para qué queremos la operación y cómo nos comportaremos después de ella? – Es decir, una vez el eliminado el complejo, – ¿Viviremos mejor, sin angustias o por el contrario, buscaremos cualquier otro defecto, que curiosamente antes de la operación no existía? – Es lo que viene siendo la dismorfofobia (obsesión por buscar la belleza). La persona busca la perfección física, cuando en realidad no existe, pues cada uno la interpreta a su manera. Depende de con quién nos comparemos y sobre todo de la cultura social que nos rodea, de sus valores. Pero aun así, se busca la perfección para enmascarar algún complejo de inferioridad, la persona siente un vacío interior y lo quiere llenar con la apariencia física. Su vida gira en torno a ella, puede ser no asumir la vejez, querer permanecer siempre joven, etc.
También hay que decir que las operaciones estéticas son de suma importancia como ayuda emocional. Cuando una persona queda desfigurada o pierde algún miembro de su cuerpo, es vital que lo pueda recuperar o por lo menos que se disimule su pérdida. La apariencia física nos condiciona anímicamente, de ahí la creación de los gimnasios y los centros de belleza. Son lugares donde acudimos para mejorar nuestra imagen física, pero hay que ser conscientes que la felicidad se consigue con la interacción de varios factores y uno de ellos es el intelecto. No podemos dejar nuestro bienestar en manos de uno solo, el físico, el intelecto, la simpatía, la educación, etc.
Igualmente, no es lo mismo cuidarse para no envejecer tan rápido que cuidarse para no envejecer. En la primera situación hacemos uso de las cremas corporales, champús, geles, ejercicio físico, etc. En la segunda opción, se acude más a la cirugía plástica. No se asume la edad propia, la persona se ve de una forma y en el espejo se refleja otra diferente. Igual que en la primera opción se acepta la vejez, se intenta mejorar o mantener el aspecto físico, en la segunda, se niega. La persona se opera para que el reflejo observado esté acorde con la idea mantenida, está luchando contra su frustración. Está acomplejada y como resultado vive en el malestar continuo y esto conduce a un bucle. A retocar constantemente las mismas zonas, la nariz, el pecho, los labios, etc.
Por: Omar el Bachiri
Psicólogo clínico y escritor