Drogas y adicciones

Drogas y adicciones

Jul 21, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Primero defino la palabra droga: sustancia que una vez entra en el organismo crea, altera o modifica una conducta. Es decir, perturba el organismo: lo puede activar, deprimir o distorsionarle los sentidos (ver, sentir, oler y percibir lo que no hay). Pero igual que hay dos tipos de drogas (legales e ilegales) también hay dos tipos de adicciones (las químicas y las cognitivas). Por lo tanto, como drogas legales están el alcohol, el tabaco, el azúcar, el café y los medicamentos psicotrópicos. Por su parte, entre las ilegales está la cocaína, la heroína, el cannabis, las anfetaminas, etc. Después, las adicciones químicas son las sustancias y las cognitivas, son el sexo, el juego, las compras, el deporte, etc. son comportamientos que generan dependencia. Conductas que una vez enganchados a ellas, nos generan intranquilidad, angustia y ansiedad si no las realizamos. Por eso mismo hay que matizar que hay dos factores comunes entre ellas, el neurotransmisor dopamina y las ganas de reducir la ansiedad.

Esta segunda es la causante de la conducta impulsiva del juego, del sexo, de las compras, etc. Son comportamientos descontrolados, movidos por la emoción del momento, no hay una gestión emocional adecuada, nos dejamos llevar y después ya veremos qué pasa, (¿si lloramos o reímos?). Nos urge satisfacer el placer momentáneo, sin pararnos a pensar en los efectos a largo plazo, que son dañar la salud y la economía personal, a pesar de que muchas veces también la familiar, la puede arruinar o endeudar. – Pero entonces ¿cómo funciona la dopamina? –

Es la responsable de la adicción porque es la causante del placer y en consecuencia, de que se repitan las conductas. Se anticipa al hecho, solo imaginando la conducta, nuestro organismo la segrega. Cuando vemos la comida o la bebida que nos gusta, salivamos, ¿verdad? Pues la respuesta está en que también regula la memoria, la motivación, la creatividad y la toma de decisiones. Por lo tanto, cuánta más dopamina tengamos, más se potencian estos factores pero el problema surge cuando se restablece su nivel porque aparece el malestar y la apatía. Entonces, hay que volver a consumir para reducir el estado de ansiedad y lamentablemente, pasamos del uso al abuso y a la posible adicción, perjudicando así las funciones cerebrales. Dejamos de lado la parte racional y nos movemos por las emociones, interpretando la realidad desde un punto de vista diferente y esto último podría explicar las famosas frases: “solo se vive una vez o de algo tenemos que morir». Estamos pensando en el ahora y aquí, sin tener en cuenta que el mañana está justo a la vuelta de la esquina.

También, en lo referente al comportamiento compulsivo como las compras, el sexo o el juego se sigue la misma dinámica, sólo con pensar en ellos segregamos dopamina dado que es placentero, nos genera bienestar y consecuentemente, nos calma. Por eso mismo mucha gente lo ha asociado a la paz mental: “He tenido un mal día, pues voy de compras, a jugar o a tener sexo para así calmarme”, utilizan estas conductas para reducir la ansiedad. Igual que en un principio lo hacían para disfrutar, por decisión propia, ahora lo hacen de manera impulsiva y sólo para recuperar el estado de tranquilidad anterior. Por lo tanto, el consumo de cualquier droga o conducta placentera que nos provoque un feedback positivo puede convertirse en adictiva, si no gestionamos correctamente las emociones surgidas posteriormente.

Así pues, a modo de ejemplo expondré la MDMA (éxtasis) para que se entiendan mejor las palabras que he escrito, aunque no segrega dopamina, sino más bien serotonina, el neurotransmisor de la calma. Por eso mismo quién la consume se vuelve muy empático y quiere relacionarse con todo el mundo y es que normalmente, se va liberando poco a poco pero esta droga lo hace de golpe e inunda por completo el cerebro. De todos modos, es curioso el motivo de su creación dado que fue para uso psiquiátrico y acabó convirtiéndose en ilegal por su mal uso. Igualmente, no está de más subrayar que las drogas ilegales se denominan directamente drogas de abuso porque no tienen ningún uso social productivo, su consumo destroza el organismo y sus efectos colaterales acaban perjudicando el bienestar del país.

Así pues, la MDMA fue creada en el 1912 para tratar tanto la depresión como la ansiedad y se prohibió hacia los 80. Su consumo provoca que durante unas 7 horas el paciente aumente su empatía y que paralelamente, se desinhiba ayudándolo así a expresar mejor sus inquietudes dado que pierde la vergüenza a socializar. Por lo tanto, visto la euforia provocada todo el mundo quería probarla y llegó un punto que su consumo superaba incluso al del alcohol. Pero desgraciadamente, una vez acabada la euforia, aparece tanto la apatía como la depresión y el mundo de la psiquiatría se dio cuenta de que los efectos colaterales eran peores que el propio remedio y se decidió prohibirla. A parte de esto, también produce hipertemia (aumento de la temperatura corporal) y puede derivar en un ataque cardíaco. Sin embargo, aunque parezca extraño se está estudiando la posibilidad de volver a legalizarla pero esta vez como medicamento para tratar el estrés postraumático porque se ha visto que reduce el miedo ante situaciones amenazantes y los malos recuerdos de los accidentes sufridos.

En los estados unidos la están probando con los soldados que llegan de la guerra y se calcula que unos 15 años se podría recetar nuevamente. Con esta posible decisión queda clara la línea tan delgada que hay entre la legalidad y la ilegalidad de las drogas. Es más, otro ejemplo lo vemos con el Cannabis, que según en qué país vivamos su consumo es legal y normalizado completamente por la sociedad. Por lo tanto, para no caer en la dependencia, tenemos que preguntarnos por el motivo del consumo: – ¿Por qué compramos cuando estamos tristes o enfadados y por qué consumimos para animarnos? – ¿No conocemos otras maneras de superar estos estados anímicos o la melancolía? Si es así, tenemos muchos números de abusar de ellas y desgraciadamente, también de caer adictos, de volvernos sus esclavos.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor