El cerebro adolescente y su comportamiento

El cerebro adolescente y su comportamiento

May 23, 2022 0 Por Omar El Bachiri

Debatir con un adolescente no es para nada similar a hacerlo con un adulto y básicamente es porque su forma de interpretar la realidad es bastante distinta. No tiene todavía la capacidad de ponerse en el lugar del otro, aun siendo empático. Esto se debe a la corteza frontal, que no acaba de desarrollarse por completo hasta los 21-23 años. Entre sus funciones están la toma de decisiones, la capacidad de planificar y la resolución de problemas pero igualmente, hay que añadir el factor hormonal. Es una época donde están descontroladas debido a que su organismo está haciendo la transición a la edad adulta, su cerebro está madurando a gran velocidad. Está haciendo nuevas conexiones neuronales y hasta que no están del todo conectadas entre sí, su comportamiento queda modificado o alterado. Se vuelve rebelde y quiere el control de las interacciones con los demás, tiene un comportamiento desorganizado socialmente. Es decir, es adecuado pero incongruente para los ojos de los adultos.

Su forma de aprender está basada en el ensayo-error, emite una respuesta y si es aceptada socialmente, se queda con ella y si es rechazada, busca otra. Lamentablemente, por ahora no es capaz de aprender bien por el modelo vicario (con las conductas observadas en los demás), él quiere innovar y marcar su propio repertorio conductual, vestimenta y lenguaje. Ahora bien, cuando hablo de la aprobación social, me estoy refiriendo a su entorno más cercano y en el que interactúa más tiempo. Los amigos del colegio, del barrio y los padres, es este círculo quien marcará su forma de ser. De ahí la importancia de la interacción con los padres, estos deben comprender que su rol no es la amistad con lo hijos, sino, igual que los profesores, tienen que marcar unos límites y unas obligaciones. Luego, quizás vengan los derechos y los premios y si llegan, tienen que venir para reforzar el comportamiento aprendido y tienen que ser premios ganados a largo plazo, es decir, no se dan inmediatamente después del buen comportamiento.

El adolescente tiene que potenciar la capacidad de retrasar las recompensas y este hecho mejorará su umbral a la frustración, haciendo que prefiera los objetivos a largo plazo aunque sean más difíciles de conseguir pero sin embargo, le aporten mayores beneficios personales. Por ejemplo, entre la opción de escoger ahora mismo un trozo de chocolate o toda la tableta de aquí dos horas. La cuestión es que aprenda a controlar la impulsividad, algo muy importante para su buen desarrollo cognitivo y en consecuencia, tendrá una mejor interacción social. Igualmente, hay que entenderlos como una prueba subjetiva para medir nuestro umbral a la desesperación, un adolescente es una máquina creada para valorar nuestro estado emocional frente al estrés. Frente a la negativa de obedecernos y hacer las cosas a su manera y en consecuencia, somos nosotros a adaptarnos a la situación pero sin ceder a sus caprichos. Es decir, se trata de comprender su pensamiento pero no de aceptarlo y buscar la mejor manera de hacerle entender las cosas.

Por ejemplo, se pueden hacer ciertas preguntas: – ¿Qué quieres demostrar? – ¿Te parece acertado hablar o comportarte así? ¿Cómo y dónde te ves en 6 meses, en un año, en dos, etc.? Son preguntas que seguramente no contestará pero que sin embargo, le darán qué pensar. Ahora, volviendo a la corteza cerebral y como ya he mencionado antes, como no puede ponerse en nuestro lugar, no tiene sentido decirle que hacemos las cosas por su bien o que con el tiempo nos lo agradecerá, él está viviendo el ahora o como mucho, tiene una visión futura de 6 meses. Todo lo que supere este tiempo es ficción para él, vive en la farándula.

Por eso mismo surgen tantas discusiones estériles cuando los padres ven al hijo tumbado en el sofá o que no sale de su cuarto. Para ellos es una pérdida de tiempo pero sin embargo, para él es simplemente pasar el tiempo sin preocupaciones, de ahí la importancia de hacerle las preguntas anteriores, para que entre en razón y se cuestione su comportamiento. Que se pregunte si es coherente con los objetivos que tiene pensados conseguir, porque si quiere sacarse una carrera universitaria o aprender un oficio, el hecho de no hacer nada, no es muy compatible. Esto requiere de determinación y constancia y por eso mismo es tan importante que un adolescente haga deporte desde los 3 años, para que adquiera disciplina y al mismo tiempo mejore su tolerancia a la frustración ya que seguramente competirá y eso significa dar lo mejor de sí mismo y aun así, no tener asegurada la victoria pero sin embargo, gana en psicomotricidad y esto se traduce en la mejora de algunas zonas del cerebro como por ejemplo, el aumento tanto de la materia gris como de la blanca.

Estas sustancias tienen relación directa con la toma de decisiones ya que influyen sobre la memoria, la inteligencia y el autocontrol entre otros procesos más. Así mismo, su rendimiento académico también se verá reforzado y mejorará en todas las asignaturas pues les prestará más atención. Dicho de otra manera, el ejercicio físico es tan importante como leer o escribir, por eso mismo existe la asignatura de deporte. Sólo que una parte de la población deja de hacerlo en cuanto abandona los estudios, sin embargo, sigue leyendo. En definitiva, se trata de potenciar el ejercicio físico entre los jóvenes para así poder tener una relación personal más amena y fructífera con ellos.

Por: Omar El Bachiri

Psicólogo clínico y escritor