La envidia y el odio

La envidia y el odio

May 29, 2022 0 Por Omar El Bachiri

Sentir envidia de alguien es normal y si además, hacemos una gestión adecuada, podemos transformarla en un motor para conseguir nuestros objetivos personales. Ahora, si la gestión es defectuosa, aparece el odio, deseamos la destrucción de la otra persona, que pierda sus posesiones. Con esto quiero decir que la línea entre ambos sentimientos es mucho frágil. Luego, la envidia surge de la comparación, la persona se compara constantemente con los demás pero no para saber en qué situación social o económica está, sino, para mostrar sus posesiones a los demás. Tiene la necesidad de mostrar sus logros ya que se autovalora por la opinión ajena. Basa su bienestar mental en el qué dirán de ella, delega su felicidad en los demás, en consecuencia cree que teniendo lo mismo que los otros, será vista y tratada de igual modo, sin tener en cuenta la personalidad. Así mismo, esta persona vive de apariencias, vive una vida que no es suya, ya que quiere imitar la de los demás.

La persona envidiosa vive en un estado continuo de inferioridad y en consecuencia, cualquier objeto o aptitud que tenga siempre será de un nivel inferior a lo ajeno. Por eso mismo siempre quiere más y nunca está saciada. Así que la envidia significa desear tener aquello que refleja la otra persona, su fama, su dinero, su posición social, su manera de ser y de hacer las cosas, etc. Este es un claro ejemplo de que somos lo que reflejamos porque la felicidad nos la proporciona la forma de gestionar nuestras posesiones, no el hecho de tenerlas sin más. Es decir, quiere ser cómo ella pero sin hacer el esfuerzo para conseguirlo porque la envidia va acompañada de la pereza. Sin embargo, cuando no es el caso y nos esforzamos por conseguirlo pero lamentablemente no lo logramos, aparece la resignación pero sin el sentimiento de culpa y/o de frustración porque estamos viendo que no tenemos las herramientas mentales, físicas o el tiempo necesario para hacerlo realidad.

Desistimos pero, no nos genera desesperación porque lo hemos intentado y este hecho lo cambia todo, hemos transformado la envidia en admiración, admiramos las cualidades de la otra persona y queremos ser como ella. Por su parte, si nos mantenemos en la envidia, sólo nos espera el malestar pero sin embargo, cuando hacemos el esfuerzo por conseguir lo mismo que ella, es cuando el sentimiento se transforma en la admiración ajena. Lo utilizamos como energía para ir a por nuestros objetivos y al ver las dificultades, admiramos todavía más a la persona porque valoramos su constancia y forma de ser. Ahora, cuando queremos ser como ella pero no estamos dispuestos a hacer el esfuerzo que requiere es cuando aparece la angustia, la rabia y el malestar. Emociones y sentimientos similares al odio, queremos que la otra parte pierda sus posesiones o virtudes para nosotros sentirnos mejor, liberarnos de la frustración y así interpretar que no somos inferiores a ella.

Este es el sentimiento clave, la inferioridad porque indudablemente, sólo sentimos envidia de las personas más próximas, las que hemos visto progresar y pensamos que no es justo o que no se lo merecen. Entonces, una manera de hacer para no sentirnos inferiores es preguntar directamente a la persona como ha hecho para conseguir los objetos y/o las aptitudes que le envidiamos y hacer igual que ella, seguimos sus pasos. Quizás nos llevemos una sorpresa y no nos compense tanta dedicación ya que tendremos que dejar de lado nuestras obligaciones o placeres. Invertir el poco tiempo libre que nos queda en prepararnos académica o profesionalmente quizás nos compense menos de lo que pensábamos. No es lo mismo tener ciertos títulos, objetos o aptitudes que esforzarse en conseguirlos porque como he escrito anteriormente, la felicidad nos la genera su forma de gestionarlos.

Por: Omar El Bachiri

Psicólogo clínico y escritor