El placer de comer

El placer de comer

Dic 1, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Comer, beber y descansar son tres conductas que aparte de ser placenteras, también son las más importantes para sobrevivir, sin ellas estamos destinados en la muerte prematura. nadie de entre nosotros aguantaría demasiado tiempo sin una de ellas, son la triada de la vida. Son la variable que condiciona nuestro estilo de vida dado que, influye en la decisión de aceptar un trabajo, una pareja sentimental y donde vivir. Por lo tanto, se podría decir que si podemos comer, beber y descansar sin contemplaciones somos felices. Si podemos escoger qué comer, beber y cuántas horas dormir podemos considerarnos afortunados. La prueba está en que se realizan cenas, comidas y retiros espirituales para compartir momentos agradables con los demás. Pero la conducta de comer es la que se lleva el broche de oro porque todo gira en torno a ella, comer es la excusa perfecta para cualquier reunión, cita o encuentro entre amigos. Cualquier acto social va acompañado de una comida porque es un valor añadido, la gente sabe que una vez escuchado el discurso será premiada con una comida.

Es decir, comer además de ser una necesidad básica, también es un momento para compartir, para interactuar socialmente y debatir. Por eso mismo, nuestro organismo segrega el neurotransmisor dopamina cada vez que comemos, para así volver a repetir la conducta. La dopamina es la responsable de las adicciones dado que, cualquier conducta o sustancia ingerida que sea placentera provoca que el organismo la segregue porque interpreta que si nos gusta, es determinante para nuestra supervivencia, entonces, nos inunda el cerebro de ella. Es un sistema que se retroalimenta por si mismo, nos recompensa con el placer y así no dejamos nunca de repetir las conductas y de esta manera no morirá o por lo menos, sobrevivirá. En definitiva, acabo de hacer una pequeña explicación de cómo funcionan las adicciones y ahora puede entenderse porqué cualquier comportamiento placentero o beneficioso de alguna manera, puede volverse adictivo: fumar, beber alcohol, jugar, hacer ejercicio físico, practicar sexo, comprar y como no, ¡comer!

Así pues, entendido la dinámica es comprensivo entender que la comida nos afecta emocionalmente y por consiguiente, también comportamentalmente. Lo puede hacer de manera productiva o enfermiza, puede beneficiarnos o por el contrario, puede adentrarnos en un mundo predominado por la ansiedad y la depresión. Conductualmente, podremos dejar de comer, abusar de la comida, vomitarla o comer equilibradamente y sacarle provecho, utilizar la energía que nos aporta para aprovechar el día como mejor nos convenga. Todo dependerá de como la interpretamos, si como un aliada o una enemiga, si como una conducta agradable o problemática. O sea, si nos guiamos por el raciocinio o por la parte emocional, los complejas y la impulsividad, actuando sin pensar en las consecuencias de nuestros actos. Con esto quiero decir que si el organismo nos premia por comer, – ¿por qué la mente quiere sabotearlo? – ?Por qué nuestras creencias predominan sobre el hambre y las ganas de ingerir los alimentos?

Pues la respuesta podemos encontrarla en la culpa, cuando la persona se siente culpable por comer porque en vez de hacerlo para calmar el hambre fisiológica, lo hace guiada por el hambre emocional. En vez de comer para alimentarse lo hace guiada por los estereotipos a los que quiere asemejarse, sin tener en cuenta que según la parte del planeta donde viva predominan unos u otros totalmente diferentes.

Por lo tanto, la fisiológica es el hambre natural, cuando nuestro organismo nos pide energía para continuar trabajando y en cambio, la emocional es impulsiva, está condicionada por los sentidos, la vista y el olfato principalmente, por eso mismo es tan importante la presentación de los platos en la restauración. Un bistec con patatas fritas a pesar de ser un clásico, según el color, la textura y el olor que desprenda nos despertará más el hambre y no nos importará pagar más dinero por él que por otro sin la misma apariencia, aunque ambdos tengan el mismo valor nutricional. Por lo tanto, el hambre emocional puede llegar a ser superar a la fisiológica y paralelament, es la causante de las dietas llamadas milagrosas y de la mayor parte de los trastornos alimentarios (TCA). Es una hambre que se aleja de la supervivencia y además, provoca conductes enfermizas porque la persona comerá de manera compulsiva o restringirá la ingesta alimentaria, llenará su estomago de agua para calmar el hambre pero estará desnutritida. Por lo tanto, en estos casos, comer no es un placer, sino, un problema, no se utiliza como moneda de cambio, se le ha cambiado su función, que es nutrirnos para así, mantenernos vivos.

La persona le da más valor a la imagen reflejada en el espejo que a estar nutrida, le da preferencia al especte físico en detrimento de la parte interna del organismo cuando esta segunda es la que condiciona las emociones y la adecuada toma de decisiones. Porque estando cansados o teniendo hambre nuestros sentidos sesgan la información, nos condicionan por completo la conducta de escoger los alimentos. Igualmente, el hecho de no alimentarnos adecuadamente distorsiona nuestro valor energético y anímicamente podemos estar eufóricos o cansados cuando no toca, perjudicando así nuestra jornada. Si somos deportistas querremos tener la energía necesaria para entrenar adecuadamente; si somos estudiantes también querremos estar energéticos para poder concentrarnos y si queremos dormir, querremos estar tranquilos. Por lo tanto, teniendo en cuenta la cantidad de alimentos, la hora del día en el que los ingerimos y del tipo de nutrientes que contienen, innevitablemente disfrutaremos de la comida porque aparte de su sabor, le estaremos sacando provecho, nos será productivo. Podremos estar más activos, concentrados, atentos o relajados y así, dormir mejor.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor