¡Enfadados con el mundo!

¡Enfadados con el mundo!

Dic 9, 2021 0 Por Omar El Bachiri

 

Se podría decir que la gente que está enfada con el mundo no tiene en cuenta el libre albedrío (capacidad de decisión propia), justamente lo que nos diferencia del resto de los animales. Sin este concepto perdemos la libertad, dejamos de ser humanos y pasamos a otra clasificación y por eso mismo los adolescentes son tan rebeldes, sienten que no son libres. No tienen todavía mucho control sobre la gestión de sus emociones y las expresan tal cual les aparecen.

Sin embargo, en los adultos el motivo es diferente, es más bien la falta de distinción entre – “ las cosas deberían ser así y prefería que las cosas fueran así “ –  esta forma de pensar es la causante de su malestar. No tienen en cuenta que el primer concepto es una obligación (leyes y jerarquía social) y que el segundo, es más una decisión personal (elijo verlo de esta manera). Es decir, vivimos en sociedad y aunque seamos un grupo y vayamos todos a la una, individualmente somos diferentes y en consecuencia impredecibles. Igual que la conducta grupal es predecible, la individual depende de tantas variables que es bastante difícil asegurarla y además, como he mencionado anteriormente, entra en juego el libre albedrío. La mente individual queda diluida en la grupal, digamos que se mimetiza con  la mayoría.

Retomando el artículo, su título es el que define a la persona que se queja de todo y nada le parece bien. Se la reconoce porque es su patrón conductual, ya sea en el trabajo, con la familia o con el resto de la sociedad. Se muestra con actitud defensiva y cuando aporta ideas o sugerencias lo hace de forma negativa y muchas veces menospreciando la aportación de los demás, nunca le parece suficiente. Su pensamiento es que todo lo hacen mal. Matizo en el estado anímico porque más del 80% de estas personas acaba padeciendo algún trastorno mental o físico (depresión, ansiedad, cambios de humor bruscos, úlcera, urticaria, etc.) La explicación a su carácter suele ser por alguna experiencia traumática en el pasado o por la falta de herramientas cognitivas para afrontar las situaciones desagradables.

Dando como resultado la creencia que la mejor defensa es siempre un ataque y lo aplican a cualquier ámbito de su vida, han adquirido la actitud reactiva como forma de vida, se sienten atacados por lo demás o por los menos ofendidos. Creen que el resto de la sociedad estamos en contra de ellas. Luego, generalizan las situaciones y entran en un bucle sin salida, cada vez que ven o oyen una noticia negativa responden de la misma manera: “El mundo ya no tiene solución – Cada vez estamos peor – Esto no pasaba en mi época – Se veía venir – etc. –“

Igualmente, utilizan la actitud reactiva para evadir la realidad, no la aceptan si no es como ellas la quieren. No tienen en cuenta que todos somos diferentes y que entendemos la realidad de modo a nuestras creencias y sobretodo, a las experiencias previas que hemos vivido cada uno. Esta contradicción les causa tal frustración que son capaces de manipular a quien sea con tal de reconducir la situación a su favor y si no lo consiguen, pierden los nervios. De ahí los cambios bruscos de humor, la posible úlcera o urticaria. No tienen la suficiente capacidad para gestionar las emociones y acaban desbordadas. Son igual que los adolescentes rebeldes, sólo les preocupa tener la razón.

Por otro lado, presumen de ser sinceras y basarse en la realidad para emitir sus juicios o dar sus opiniones. Para ellas la realidad es tal cual aparece, sin capacidad de interpretación y ahí mismo están cometiendo el error de percepción pues ya la están etiquetando de antemano. Objetivamente, la realidad es para todos igual, es en la subjetividad donde radica la diferencia de cada uno. Lamentablemente, no son conscientes de los errores en las percepciones y de las asociaciones equivocadas que crean. No son los hechos los que nos modifican el estado anímico, sino, cómo los interpretamos, el significado que les demos y por encima de todo, el valor emocional que les asignemos. No es lo mismo tener miedo que tener pánico, como tampoco es lo mismo un picor en la cara que una urticaria.

Por otra parte, otro ejemplo de interpretación sería, “la lluvia favorece al vendedor de paraguas y el sol favorece al vendedor de cremas para la piel “. Socialmente es un beneficio porque el grupo está vendiendo pero individualmente es una pérdida económica. Pues bien, a partir de estas situaciones es la actitud que tomemos quien marcará el rumbo de nuestro estado anímico. Paralelamente hay que hacerse estas dos preguntas: “¿La situación ha sido causada por nosotros mismos o por factores externos y qué podemos hacer para revertir la situación?”

Definitivamente, si somos los causantes y además, no hay forma de revertir la situación se puede llegar a entender el malhumor reflejado. Pero no hay motivo para generalizarlo ni al resto de la sociedad, ni a todas las situaciones. Por muy mal que nos haya ido en el pasado, es tiempo de aceptarlo y superarlo. Es tiempo de cambiar nuestro diálogo interior pues todo es circunstancial y temporal. Cualquier hecho se interpreta de modo diferente según el contexto en el que estamos y el momento en el que lo hacemos. Por ejemplo, celebrar un gol de tu equipo de futbol frente a un rival, se interpretará como una provocación o burla, sin embargo, hacerlo frente a otro seguidor del mismo equipo, se verá como un acto de alegría.

En definitiva, cuando estas personas poseen un cargo de poder suelen dar unas directrices autoritarias, dejando bien claro qué hacer y cuando.  Como he mencionado anteriormente, tienen un comportamiento adolescente, no saben dialogar y menos aún razonar. Su forma de pensar es,  “¡o se hace como yo quiero o me enfado!”

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor