Enganchados al teléfono móvil

Básicamente hay dos motivos para estar mirando constantemente el teléfono móvil: una es la necesidad de estar informados en todo momento de lo que sucede en el mundo y la otra es la necesidad de entrar en las redes sociales. La primera hace años que existe sólo que hasta hace poco la información se encontraba en los diarios y revistas y ahora la tenemos en el teléfono. Por su parte, la segunda ya es una adicción, es la necesidad de estar constantemente en contacto de forma virtual con el resto de la sociedad o por lo menos, con un grupo de personas. Parece que si no estamos conectados nos perdemos cosas fantásticas e irrepetibles, que solo pasan una vez en la vida y por lo tanto, merecen plena atención. Igualmente, también se podría hablar de estar conectados por aburrimiento o haber asociado no hacer nada productivo con estar conectados, es decir, en cuanto dejamos de ser productivos por un momento entramos en las redes sociales. Sin embargo, también hay que reconocer que no siempre será para interactuar ya que muchas veces sólo queremos ver fotos o vídeos divertidos.

Tenemos ganas de pasar un buen rato y el teléfono es la opción más sencilla, rápida y eficaz, en cuestión de segundos estamos satisfechos. Pero por otro lado, hay que añadir una circunstancia que potencia todavía más el hecho de estar con él entre las manos durante más tiempo y es que lo usamos para casi todo: llamar, enviar mensajes, mirar la hora, cronometrar, escuchar música, ver vídeos, saber en qué día estamos, navegar en internet, usarlo como GPS e incluso pagar con él. Entonces, es totalmente comprensible y aceptable esta nueva realidad y es que mientras no nos perjudique en nuestras tareas diarias, es decir, mientras no perjudique nuestra interacción social o laboral no puede considerarse malo, ni siquiera perjudicial.

Hay que interpretarlo como una herramienta más, como un nuevo hábito que nos facilita las tareas porque el hecho de tener concentradas todas las agendas en un solo instrumento es una suerte. Es un instrumento que bien aprovechado y paralelamente, sabiendo relativizar las situaciones es una fuente de placer porque es tan pequeño que nos cabe en el bolsillo del pantalón y por lo tanto, lo podemos llevar con nosotros a cualquier parte del mundo sin que sea un estorbo.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor