La gordofobia hacia nosotros mismos

La gordofobia hacia nosotros mismos

Abr 27, 2024 0 Por Omar El Bachiri

La gordofobia es el miedo extremo a estar gordo o también, el rechazo a la gente gorda o todavía peor, a sí mismo, pues en el artículo me centro en la tercera opción, rechazarse para estar gordo. Incluso, hay quién se odia por no tener el valor de hacer ejercicio físico regularmente de manera intensa y alimentarse equilibradamente. La persona experimenta con muchas dietas, pero, al poco tiempo de hacerlo, las abandona y con el ejercicio físico sucede igual, empieza con mucha ilusión, pero pasados unos días también lo abandona. No es consciente de que su motivación es externa, que está guiada por los estereotipos marcados por la sociedad o por las burlas recibidas durante la infancia y, por lo tanto, son de una energía efímera, desaparece casi de inmediato.

Al más mínimo obstáculo, se evapora, por el contrario, si fuera una motivación intrínseca, guiada por motivos personales, nunca se agotaría porque sería un hábito. Un estilo de vida deseado y lo antepondría a cualquier distracción, aunque esté agobiada, no dejaría de lado el ejercicio físico y con la alimentación actuaría de manera similar, siendo rigurosa con los alimentos ingeridos. Pero igualmente, cuando es un hábito, no hay margen para los complejos porque la persona disfruta de su estilo de vida y por ende, la gordofobia no forma parte de su vocabulario y como tal, ningún comentario despectivo que reciba le afectarán de manera negativa.

Esto es así porque le está dando más valor al aspecto interno que al externo porque, estar delgados no es sinónimo de buena salud dado que, hay mucha gente así y tiene diabetes, colesterol, tensión arterial elevada y con graves problemas estomacales o de espalda. Así pues, si somos capaces de juzgarnos por cómo estamos de salud, en vez de hacerlo por el aspecto exterior, nunca tendremos la emoción de asco hacia nosotros mismos. Para que se entienda mejor: preferiremos tener un Seat Ibiza con el motor en perfecto estado que un Ferrari, con el motor quemado, a pesar de ser más glamuroso.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor