La teoría del caos aplicada a la penuria energética

La teoría del caos aplicada a la penuria energética

Ene 1, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Actualmente, somos totalmente dependientes de la electricidad para funcionar y dos ejemplos muy simples son la falta de calefacción en casa y el agua potable, sin la electricidad no llegan a nuestros hogares. Ya estamos viendo que esto significa también la imposibilidad de ducharse, usar el lavabo, cocinar, etc. Vivimos en la era digital pero sin tener más alternativas, no disponemos de un plan B para mitigar las consecuencias que puedan surgir de un corte eléctrico no controlado (blackout). Por su parte, la teoría del caos dice que un acontecimiento por muy pequeño que sea puede provocar una reacción en cadena y alterar el futuro de cualquier persona o nación, aun habiendo calculado las variables para evitar o conseguir la situación deseada.

Pues si juntamos las dos coyunturas puede salir una situación bastante caótica y es exactamente lo que quiero explicar en este artículo. Cómo un corte energético durante la noche le trastorna por completo la vida a un hombre y en poco más de dos años lo hunde en la miseria. Todo comenzó una mañana a las 10h00, cuando firmó la hipoteca de su piso, se endeudó por 280.000€, durante 25 años con el banco. Ahora, el error o problema surge por culpa de un corte energético imprevisto que duró desde las 24h00 hasta las 9h00, el hombre, en vez de firmar una hipoteca fija al 3%, como tenía pensado en un primer momento, firmó una variable de un euribor en negativo más un 0.5% de diferencial. La cuestión es que la persona responsable de aprobar las hipotecas no se presentó en la oficina porque se durmió, debido a que la alarma del móvil no sonó. Cuando se fue a dormir dejó el teléfono cargándose pero el corte energético lo imposibilitó, dando como resultado que el hombre se despertara a las 9h50, en vez de hacerlo a las 7h00, como cada mañana.

Entonces, cuando el futuro propietario estaba esperando para llevar a cabo la firma, se le acercó el compañero del responsable y revisando el contrato (hipoteca) le propuso de hacer uno de variable porque el euribor estaba en negativo y era muy improbable que volviera a subir en menos de 10 años. Igualmente, si lo hiciera, raramente superaría el 2% y era más económico que uno de variable al 3%. Dicho y hecho, el futuro hipotecado firmó el contrato porque realmente, tampoco entendía la diferencia entre ambos y con el sueldo de 2.500€ mensuales que gana estaba convencido que se podría hacerse cargo. Lamentablemente, durante los doce meses siguientes el euribor se incrementó enormemente y se posicionó en el 4%. Sumando el diferencial se quedó en un 4.5% anual y aquí es donde empezaron los dolores de cabeza para el endeudado. Porque no es igual pagar una cuota mensual de unos 1.050€ que una de unos 1.950€.

El hombre estaba desesperado dado que su hija aprobó la selectividad y en septiembre empezaba la universidad. El problema es que los 600€ que costaba la residencia universitaria ahora eran para pagar una parte del incremento hipotecario y claro, vista la situación la hija no pudo matricularse porque tampoco había dinero para costear el curso universitario, dado que los cerca de 900€ de sobrecoste tenían la culpa. Igualmente, durante la misma noche otro incidente económico le sucedió al propietario de un restaurante céntrico de la capital. Tenía un grupo de extranjeros de 150 personas y en el momento de pagar la factura surgió el corte eléctrico y con tan mala suerte que el TPV estuvo toda la tarde desenchufado, con lo cual estaba descargado. Pero igualmente, tampoco funcionaría dado que la terminal estaba sin corriente eléctrica.

Como no había luz los camareros encendieron velas que junto con la chimenea daban un mínimo de claridad. Pongámonos en la piel de los comensales, no podían quedarse más tiempo porque entre otras razones tenían que estar en el aeropuerto a las 6h00 de la mañana. Ellos en ningún momento se negaban a pagar pero el local no tenía cómo cobrar la factura porque actualmente, la mayoría de entre nosotros no llevamos más de 20€ en efectivo encima porque tampoco nos hace falta, dado que lo pagamos todo con la tarjeta bancaria. Por otro lado, el propietario tampoco podía dejar que se fueran sin pagar pero por suerte, había un cajero automático a pocos metros y pudieron sacar dinero y pagar la factura pero imaginamos que el Blackout dura 48H. Seguramente, ninguna empresa podría suministrarse electricidad para poder funcionar, ni aeropuertos, trenes, semáforos, hospitales, servicios públicos, etc.

Ahora, volviendo al dinero en efectivo, llevamos años escuchando que el futuro pasa por la eliminación del dinero en efectivo e instaurando el digital. Pero ante un corte de estas dimensiones ¿cómo haremos para pagar por bizum, bitcoins, transferencias bancarias, internet, etc? Es más, ¿cómo haremos para circular con vehículos eléctricos?

Explicado de una manera más sencilla, estamos empezando la casa por el tejado. Primero hay que conseguir la independencia energética y después hacer girar la sociedad alrededor de ella. No al revés, fomentando el consumo eléctrico porque aunque el teléfono móvil no consuma mucha energía, es más económico pagar en efectivo que no con él o con la tarjeta bancaria. De igual modo, se fomenta la compra por internet, la creación de empresas en línea pero en el momento que surge un apagón eléctrico todos perdemos, consumidores y vendedores. Volvemos a la historia del principio, durante aquella noche las panaderías no pudieron trabajar y por la mañana toda la sociedad se encontró sin pan, con la pérdida económica que supone para los supermercados, bares y restaurantes.

Por eso mismo es tan importando hacerse la pregunta de si estamos preparados para vivir una carencia eléctrica de forma continua. También, si las empresas tienen generadores de energía alternos y si es así, qué autonomía tienen, cuántas horas podrían aguantar. Son preguntas esenciales para buscar la independencia eléctrica, de tener más fuentes para crear energía. En la era digital no tener acceso a la electricidad es como estar muertos o dicho de otro modo, es como tener amputadas las extremidades, podemos hablar y escuchar pero no movernos.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor