La vida es coma una película

La vida es coma una película

Ago 10, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Muchas veces cogemos el rol de héroe para salvar o por lo menos, para ayudar a los demás porque ellos han escogido el rol de víctima. Es decir, han escogido voluntariamente ser la víctima y paralelamente, nos obligan a nosotros a ser sus salvadores. Por lo tanto, vivimos su vida, su película y sin darnos cuenta dejamos la nuestra de lado. Puede que debido a nuestra personalidad seamos más del género de acción y sin embargo, ellos se decanten más por el dramático y por eso mismo tienen pensamientos catastrofistas, negativos y conspiradores. Son dos géneros cinematográficos totalmente opuestos y si no tenemos claro cuál es el nuestro no podremos disfrutar de la por película y simultáneamente, tampoco tendremos las mismas ventajas porque el protagonista siempre está mejor pagado y traducido a nivel emocional significa que sufriremos el malestar, tendremos menos alegrías y más penas.

Se podrían resumir como un conjunto de emociones autodestructivas provocadas por la autoculpa, nos hacemos responsables de la situación personal actual de la otra parte y dedicamos todo nuestro tiempo en buscar soluciones para cambiarla. Es decir, que en vez de ser protagonistas de nuestra película, somos los secundarios de la suya, las escenas giran en torno a ella, de sus valores y placeres. Es más, no podemos ni tan siquiera escoger el título dado, que no va con nuestro género. Por ejemplo: en vez de llamarse aventuras por la ciudad, se llamará pesadillas por la ciudad. Así que, entendiendo la vida como una película podremos ser más objetivos porque haciendo introspección y recordándonos a diario qué queremos de ella es más fácil conseguirlo. Todo empieza durante el parto, una vez salimos del cuerpo de nuestra madre ya no hay vuelta atrás.

Estamos en el planeta tierra y como en cualquier por película hay gente de todo tipo, con sus manías, virtudes y defectos. Por lo tanto, se trata de escoger un rol a seguir, pero también tenemos que ser conscientes de que no es estático y que dependiendo de nuestra situación personal y edad lo podremos modificar y adaptarlo a la nueva realidad. Porque podemos ser adolescentes y sufrir acoso escolar (bullying) pero llegar a los 20 años y estar ejerciendo una profesión laboral fascinante o estudiando la carrera universitaria de nuestros sueños. Somos conscientes de que nada es eterno y decidimos ser el protagonista y por lo tanto, a pesar de no estar actuando en el género que nos gustaría, nos adaptemos a él. La cuestión es no sufrir innecesariamente y dejar que la sociedad decida por nosotros y que nos imponga los roles a interpretar.

A modo de ejemplo sería: si somos aventureros y nos gusta recorrer el mundo, viajar por los cinco continentes y conocer maneras de vivir y de pensar diferentes, no nos dejaremos manipular por los miedos de los demás porque hemos estado por todo el planeta y hemos visto en primera persona las cosas que suceden en cada lugar. Por lo tanto, cogemos el rol de aventurero y este se define por la empatía, la extroversión, la mente crítica, ser ahorradores, es decir, por conceptos que simultáneamente también definen la personalidad independiente. Por lo tanto, si nos centramos en que cada uno entendemos la vida según nuestras creencias podremos saber qué género cinematográfico nos define. Consecuentemente, no nos dejaremos engatusar ni por las palabras, ni los sentimientos de nadie porque estaremos enfocados en nuestra película, en nuestro guión y sólo lo modificaremos si así lo deseamos.

Dicho de otra manera: las emociones y los sentimientos son los guionistas y nuestra manera de gestionarlos es la directora. Ella es la que decide qué rol interpretaremos, si seremos Superman, Batman, Catwoman, la mujer maravilla o por el contrario, seremos la parte necesitada. La que está buscando a su bombero, alguien que le apague el fuego interno porque su rol de víctima la imposibilita a luchar por su futuro personal. Hay que destacar que el victimismo es tan poderoso como el heroísmo pero en el sentido contrario, en vez de potenciarnos, nos limita dado, que dejamos las soluciones en manos ajenas. Como interpretamos que nuestra desgracia es causada por factores externos a nosotros, también queremos que las soluciones vengan del mismo lugar. Centramos nuestro guión en la manipulación emocional y queremos que el gobierno, familiares, amigos y conocidos nos solucionen la papeleta, jugamos con su gestión emocional. Los queremos convencer de escoger el rol de salvadores porque en parte, estamos como estamos por culpa suya.

Las crisis económicas, sociales, la falta de valores humanos, el poco respeto hacia el medio ambiente, etc. En conclusión, para no vivir la película de los otros o por lo menos, para no dejarnos influenciar en nuestro guión tenemos que hacer introspección de vez en cuando como he mencionado al principio del artículo. Se trataría de ver nuestra vida desde afuera, como si estuviéramos en el sofá de casa viendo una película y opinando sobre las escenas. De esta manera sabremos si estamos interpretando el rol deseado o el impuesto y paralelamente, también sabremos en qué género cinematográfico estamos viviendo, si en el melancólico, aventurero, de acción, dramático, terrorífico, etc. Porque una cosa tiene que quedar clara, una vez morimos, se acaba la película y ya no podemos modificarla, por lo tanto, mientras estemos vivos podemos cambiar de género y de rol las veces que queramos. Lo podemos hacer porque tanto la productora, como los cámaras y el equipo técnico somos nosotros mismos.

Es más, según qué estilo de música y de luz introduzcamos en la escena, la puede cambiar por completo, nos puede generar emociones de alegría, tristeza, euforia o miedo. Con lo cual, una situación dramática puede convertirse en una de alegría y en consecuencia, también cambian el género y el título de la película. Un buen ejemplo para entender su influencia podría ser el eslogan que está de moda: “cómprate un vehículo eléctrico y así no contaminarás el planeta”. Nos condiciona el título de la película que pasará a llamarse: “soy un buen ciudadano”, mis recursos económicos los destino a la conservación del planeta y no a llenar los bolsillos de los empresarios de la electricidad.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor