¡Me gusta ser adulto!

¡Me gusta ser adulto!

Oct 26, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Ser adultos y vivir en un país democrático es simplemente fantástico: podemos decidir cómo vivir, qué hacer y donde ir. Sólo tenemos que aceptar las consecuencias de nuestros actos para así evitar la disonancia cognitiva que surge cuando nuestras creencias y nuestro comportamiento no van en la misma dirección. Tres ejemplos son cuando un fumador piensa que fumar puede provocarle cáncer pero aun así continúa fumando. Cuando alguien sabe que abusar del azúcar puede causarle diabetes pero igualmente, consume grandes cantidades. Cuando alguien quiere ahorrar pero es incapaz de dejar de gastar en cosas innecesarias. Con esto quiero decir que si aceptamos que nuestro comportamiento repercute directamente sobre nuestro estado físico y mental podemos realizarlo sin ningún sentimiento de culpa. Con lo cual, si entendemos que nuestro estilo de vida puede dañarnos o beneficiarnos no habrá lugar para los remordimientos. Así pues, ser adultos sólo conlleva ventajas porque podemos comer aquello que nos apetezca ilimitadamente y en cualquier momento; fuera del ámbito laboral podemos escoger con quién relacionarnos; no tenemos una hora determinada para acostarnos; podemos decidir en qué invertir nuestro tiempo libre; podemos hipotecarnos con el banco; viajar a menudo; ir a la playa; a la montaña; tener pareja sentimental; hijos; hacer deporte todos los días; etc.

No tenemos que pedir permiso a nuestros padres para hacer todas estas cosas y todavía mejor, si no las queremos hacer, tampoco pueden obligarnos a hacerlas. Nadie nos puede negar ir con ciertas personas, grupos o lugares, ni tampoco nos puede decir qué deporte practicar y todavía menos, controlar nuestra agenda semanal, cosa que sí que sucede cuando somos menores. Si queremos comer pizzas, hamburguesas, helados, caramelos, etc. hasta hartarnos nadie nos lo prohibirá. Por lo tanto, viendo el panorama sólo nos queda disfrutar dado que, tenemos libre albedrío. Podemos decidir por nosotros mismos el estilo de vida que más nos convenga en cada momento. Somos libres y siempre y cuando no hagamos nada incívico, ni ilegal no perturbaremos al conjunto de la sociedad y por lo tanto, no hay ningún motivo real para reprimirnos conductualmente. Pero desgraciadamente, nuestras creencias y autoestima nos condicionan de tal manera que nos imposibilitan aprovechar del libre albedrío y comportarnos cómo queremos realmente. Así que, sería conveniente revisar nuestros principios y preferencias de vez en cuando porque a veces no son realmente nuestros, sino, impuestos por la sociedad o asimilados sin más, sin haberlos cuestionado en ningún momento. Los vemos en los otros y pensamos que son los más adecuados, sin pensar en los motivos que han llevado a estas personas a actuar de tal manera. Los hábitos y costumbres son un conjunto de conductas y pensamientos que guían nuestro comportamiento hacia un lado o el otro y por eso mismo, todos somos diferentes aunque vivamos en el mismo país.

Según las creencias y maneras de comportarse de nuestro entorno social así podemos llegar a comportarnos nosotros también si no somos críticos. Hay gente que usa su libre albedrío para endeudarse durante buena parte de su vida, imposibilitando así poder disfrutar del dinero que gana mensualmente. Hay quién durante su juventud ha decidido no prepararse académicamente o profesionalmente y lamentablamente, una vez son adultos no ganan suficiente dinero como para disfrutar del tiempo libre. Hay quién decide dejar su vida en manos de la religión y que esta los limite en su comportamiento y pensamiento. La cuestión es que todos hemos tenido la posibilidad de escoger pero no todos hemos utilizado el pensamiento crítico para hacerlo. Muchos han seguido los patrones sociales de su entorno porque interpretan que no hay otra manera de hacerlo. De aquí la importancia de revisar nuestras creencias porque quizás nos están dinamitando el futuro, nos están haciendo tomar decisiones que no van con nuestro pensamiento. Estamos constantemente en disonancia cognitiva porque querríamos comportarnos de cierta manera pero choca con nuestras creencias y lamentablemente, puede incidir en nuestra autoestima, puede hacernos sentir culpables por nuestras conductas. Según la religión que sigamos nos prohíbe hacer unas cosas u otras y por ende, nos condiciona unos comportamientos u otros.

Pero todavía más claro, si siempre hemos oído en casa que vivir de alquiler es tirar el dinero y que para tener un futuro asegurado tenemos que tener un piso en propiedad, seguramente nos hipotecaremos muy jóvenes. No nos cuestionaremos si esta idea es real o es provocada por la experiencia de nuestros padres. Ni la oferta laboral, ni los precios de la vivienda son los mismos que hace 40 años y por lo tanto, ahora es más difícil acceder al mercado inmobiliario porque en parte, el nivel de vida se ha encarecido, se han creado nuevos impuestos y han subido los que ya había, sin mencionar el incremento del combustible, de la electricidad y de la alimentación. Igual que la religión, quizás nuestros padres, familiares o amigos sufrieron una situación negativa y el hecho de acogerse a ella los ayudó a superarla. Por lo tanto, en vez de verla como una doctrina que impone obligaciones y prohibiciones y en consecuencia, nos recorta la libertad de decisión, la ven más como una salvación. Han adquirido unos hábitos y costumbres que les facilita la vida y como quieren que los demás también vivamos tranquilos nos los intentan transmitir.

Entonces, viviendo en un país democrático donde tenemos la opción del libre pensamiento y movimiento sería interesante, por no decir productivo utilizar el pensamiento crítico antes de dejarse llevar por las creencias y costumbres de los demás. Hay muchas maneras de vivir y todas son igual de buenas porque finalmente todos moriremos, ninguna nos asegura la vida eterna. Por lo tanto, tenemos que escoger la que mejor se adapte a nosotros, a nuestra manera de interpretar la realidad y así nunca tendremos disonancia cognitiva.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor