Miedo, ira y tristeza

Miedo, ira y tristeza

Jun 23, 2022 0 Por Omar El Bachiri

Las tres forman parte del conjunto de emociones denominadas negativas a pesar de ser necesarias para nuestra supervivencia. Sin el miedo moriríamos al poco de tiempo de nacer, sin la ira no tendríamos la energía suficiente para afrontar las situaciones frustrantes y sin la tristeza no podríamos aprender de las situaciones desagradables. En fin, que son indispensables para nuestra evolución sólo que la gestión defectuosa de las situaciones las empeora. Es decir, la situación negativa en sí provoca su aparición pero la interpretación errónea de la misma las empeora, las saca de contexto y con ello sus funciones. Te estoy hablando de la gestión productiva de la realidad, de cómo su interpretación provoca la aparición de estas tres emociones y sobre todo su intensidad.

Todos somos conscientes que un día lluvioso puede ser malo para uno mismo y paralelamente bueno para los demás, igual que la nieve, el frío, el calor y también las circunstancias sociales. Pues debido a nuestro modo de entender la realidad podemos sacarle provecho o por el contrario, podemos permitir que sea un obstáculo para nuestro bienestar. Es decir, según el sentimiento que le asignemos y el grado de intensidad de las emociones surgidas nos irá de una forma o de otra. Hay que pensar que las emociones son pasajeras, aparecen para que nos podamos adaptar a las situaciones y luego desaparecen, el problema surge cuando las mantenemos en el tiempo y las adquirimos como modo de vida. Esta segunda manera es la que nos condiciona y nos vuelve tóxicos, tanto para nosotros mismos como para los demás. Comenzamos a interpretar la realidad de forma contraproducente, estupidazamos nuestra mente y en consecuencia generalizamos las situaciones desagradables, cualquier problema que surja, por muy pequeño que sea lo magnificamos y esto se debe a que una de las funciones del miedo es la prevención pero su mala gestión provoca que cualquier situación desagradable sea interpretada como peligrosa.

Dejamos de ser racionales, nos movemos en los extremos y lo mismo sucede con la ira. Su principal función es proveernos de energía extra, nos encontramos en una situación inesperada y estamos bloqueados, no sabemos cómo reaccionar y ella nos da una solución rápida y efectiva para salir airosos pero claro, no todas las situaciones son de tal magnitud, es más, la mayoría son leves pero su mala gestión provoca que aparezca la ira. Nos enfadamos desmesuradamente, es un nivel de frustración demasiado elevado que no se corresponde con la realidad del problema. En vez de estar enfadados, estamos idos mentalmente, con la primera interpretación todavía tenemos capacidad de razonamiento y de calcular las consecuencias de nuestra acciones, sin embargo, con la segunda estamos en modo reacción y sólo deseamos acabar con la sensación desagradable lo antes posible, sin tener en cuenta otras alternativas más productivas o por lo menos, no tan perjudiciales para nosotros mismos.

Ahora, la tristeza es algo diferente, viene siendo la interpretación de la realidad como una pérdida y aparece para que la podamos afrontar de la mejor manera. Nos está diciendo que cuando perdemos una fuente de bienestar nos entristecemos, pues mientras lo tengamos hay que saborearlo al máximo. Nos está explicando que nada es eterno, ni la gente con la que nos rodeamos, ni las situaciones que vivimos. Es una emoción que invita al aprendizaje, sin embargo, hay quien la utiliza para todo lo contrario, para quedarse en ese estado de melancolía, sin agradecer y disfrutar de lo que tiene. A modo de ejemplo, la gente que tiene varios hijos y por desgracia les fallece uno, en vez de agradecer que todavía les quedan más y disfrutar de ellos, se centran en la pérdida del otro y malgastan su vida en el rencor y el dolor interminable, dejando a los otros de lado, como si no existieran.

Esta persona no está aprendiendo nada de la tristeza y del dolor que causa, se está regocijando en ella, se ha estancado en el momento y no deja paso a la alegría por vivir y reírse con los demás. Se ha centrado en la pérdida, cuando la principal función de la tristeza es la enseñanza pero lamentablemente lo hace a través del dolor. Dicho de otra manera y a modo de finalización, estas tres emociones se condicionan entre ellas, el miedo a perder algo o a alguien provoca tristeza y esta mal gestionada conduce a la ira y a veces incluso al rencor. Igualmente, la tristeza mantenida en el tiempo provoca estados mentales depresivos, melancólicos y de apatía. Sin embargo, si somos capaces de aprender de ellos, veremos qué motivos nos han llevado a esos estados y nos esforzaremos en solucionarlos y no volver a caer en ellos. Estaremos usando estas emociones de forma productiva, usaremos su función debidamente, estar ansiosos, angustiados, apáticos, etc. para superarnos personalmente.

Por: Omar el Bachiri
Psicólogo clínico y escritor