Síndrome de Peter Pan, miedo a ser adulto

Síndrome de Peter Pan, miedo a ser adulto

Jun 11, 2023 0 Por Omar El Bachiri

La definición de ser adulto es muy sencilla, significa tener la libertad para decidir qué hacer, cómo y dónde sin tener que dar explicaciones a nuestros padres. Pero también comporta obligaciones como son trabajar, pagar impuestos y asumir las consecuencias de nuestros actos. Es más, cara a la sociedad somos seres independientes emocional y económicamente dado que somos mayores de edad y decidimos por nosotros mismos. Luego, por parte de la justicia sucede exactamente lo mismo, una vez somos adultos deja de tolerar ciertos comportamientos como por ejemplo dejando de lado la típica frase: “es cosa de niños”. Ahora se va al extremo y claro esto comporta un cambio de paradigma para los nuevos adultos, las agresiones o la delincuencia son sancionadas y comportan tener que pagar cierta cantidad de dinero o la pérdida de libertad temporal, entrar en prisión. Esto por un lado y por el otro, está el abanico de posibilidades que se nos abre para disfrutar de la vida.

Podemos gestionar nuestro dinero cómo nos plazca: viajar alrededor del mundo, estudiar la carrera universitaria que deseamos, comprarnos un vehículo, pedir una hipoteca, abrir nuestro propio negocio, etc. Es la libertad en toda regla sólo hay que ser responsables y asumir el coste del estilo de vida deseado, es decir: trabajar, ahorrar y gastar. – Pero ¿qué sucede cuando la persona no quiere evolucionar y aceptar el paso de los años? – Cuando el miedo la invade con sólo pensar que pronto será mayor de edad y tendrá que hacerse responsable de sus actos y no se siente preparada porque nunca ha tenido que decidir por ella misma – Lamentablemente, la adolescencia es bastante condicionante en este aspecto y lo hace desde dos vertientes diferentes, una desde el estilo de educación recibido y la otra, desde las responsabilidades impuestas por los padres. La primera es cuando la persona ha crecido en un ambiente sobreprotector, demasiado permisivo, sin ningún tipo de obligaciones y haciendo creer al menor que es el rey del barrio.

No tenía que hacer ningún esfuerzo para conseguir sus objetivos personales como por ejemplo apuntarse a la autoescuela, la universidad, hacer trámites oficiales, hacer la compra, colaborar con las tareas del hogar, etc. Sólo tenía que levantar un poco la voz, hacer acto de rebeldía o simplemente no hacer nada dado que sus padres ya pensaban por él. Por lo tanto, el crío no ha evolucionado mentalmente dado que con esta educación es imposible hacerlo y consecuentemente, tampoco adquiere, ni potencia las herramientas cognitivas necesarias para afrontar la frustración. No tiene la capacitad de entender que equivocarse forma parte del aprendizaje y que el modelo a seguir es el de ensayo-error. Igualmente, tampoco entiende que las cosas necesitan su tiempo para realizarse, que no son pedirlas y conseguirlas en el momento pero si siempre le han hecho los trámites, es normal que lo vea de esta manera. Sigue la ley del mínimo esfuerzo y acaba siendo el ejemplo de la tan conocida frase: “menos hacemos, menos queremos hacer”.

Así mismo, en vez de interpretar los problemas y las dificultades como lecciones o retos los ve como fracasos y por consiguiente, los evita a toda costa, los ha asociado a malestar. Por lo tanto, no quiere responsabilidades, se ha quedado estancado en la adolescencia, no quiere avanzar a la etapa adulta y tener que abandonar su zona de confort. Es un comportamiento fuera de contexto dado que la mayoría de la población nos proyectamos en el futuro, pensamos en nuestra carrera profesional y personal, pero sin embargo, esta persona desea quedarse tal cual está. Con la situación bajo control, sin demasiados imprevistos porque esto comportaría tomar decisiones y por desgracia, la seguridad en sí misma brilla por su ausencia. Duda bastante de sus capacidades cognitivas dando como resultado una toma de decisiones llena de errores y lamentablemente, como su resiliencia es baja acaba frustrada y por eso mismo es incapaz de aprender de los errores.

En conclusión, que este comportamiento se traduce en dependencia emocional hacia la pareja sentimental, busca en ella una madre/padre o un buen amigo. Así mismo, también evitará las discusiones porque es incapaz de defender su posición y cualquier propuesta que le hagan le parecerá buena, a pesar de no estar de acuerdo con ella. El miedo a las represalias la supera, ya sea por el temor al abandono como por la falta de herramientas comunicativas, no sabe expresarse de manera constructiva. Entonces, para no crear un conflicto prefiere no dar su opinión dado que no entiende que las discusiones constructivas son una fuente de ideas para mejorar la relación sentimental pero claro, las ha asociado al malestar.

En cambio, cuando este comportamiento es debido a una infancia repleta de obligaciones impuestas los motivos son bastante diferentes, aunque igual de discapacitantes. Sin embargo, conviene resaltar que los padres lo hacen inconscientemente, quieren que su hijo sea alguien de provecho y sin darse cuenta lo cargan de obligaciones. Aunque también puede ser debido a la falta de recursos económicos, no tienen suficiente dinero como para contratar alguien que los ayude con el hogar o el cuidado de los hijos. Por lo tanto, cuando el menor se ve sobrepasado por las obligaciones impuestas su cerebro se satura y queda incapacitado para gestionar adecuadamente las emociones, entrando en un estado de pasividad, actúa por inercia, simplemente obedece. Ha adquirido un rol que no corresponde a su edad y lamentablemente, entra en el efecto Pigmalión. Se comporta según la sociedad espera de él, dejando de lado su personalidad y adquiriendo la del rol que está interpretando.

Es decir, si sus padres esperan de él que sea responsable, intentará por todos los medios serlo, aunque esto suponga dejar de lado las amistades o su propio ocio. Por lo tanto, cuando llega a la mayoría de edad y percibe que trabajando es independiente económicamente, quiere recuperar el tiempo perdido y disfrutar de la etapa de la adolescencia aunque sea tarde. No es consciente que no toca, que la ha perdido pero la interpreta como un castigo o un fracaso social y no como un aprendizaje forzado. Si lo hiciera de la segunda manera su resiliencia sería indestructible y esto se traduciría en un comportamiento acorde a su edad biológica.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor