Síndromes de la vida ocupada y de la vida vacía

Síndromes de la vida ocupada y de la vida vacía

Jul 8, 2022 1 Por Omar El Bachiri

Aunque ambos síndromes son muy diferentes, los une el malestar y en muchas ocasiones el segundo lleva al primero. A saber que el de la vida ocupada es cuando la persona es incapaz de estar sin hacer nada y que el segundo va unido al sentimiento de tristeza. Su vida ha perdido el sentido, se mueve por inercia, es como un muerto viviente, va de un lugar a otro sin conciencia. Se despierta, va a trabajar, interpreta su rol social, vuelve a casa y se acuesta. Así todos los días de la semana, no hay diferencia entre ellos, es un estado de abandono emocional, es un comportamiento centrado en evitar el malestar, la persona ha activado el modus pasar de todo temporalmente pero en la mayoría de las veces se convierte en definitivo. Un ejemplo sería cuando alguien ha sufrido la pérdida de un ser querido de manera inesperada o bruscamente, empieza a interpretar la realidad de una forma desastrosa y para no volver a sufrir, deja de relacionarse con los demás, se  vuelve fría emocionalmente, es como si no tuviera sentimientos.

Otro ejemplo sería cuando alguien es despedido de su trabajo sin previo aviso, es un choque tan grande que se siente perdido, se ha roto su estilo de vida, todo giraba en torno al mundo laboral. Su ingreso económico y/o horarios le permitían disfrutar de su tiempo libre y ahora tiene que  buscar alternativas pero no encuentra la energía necesaria para hacerlo y decide abandonarse, dejando fluir las emociones y los sentimientos, busca vivir el momento tal como aparece. Indudablemente que este comportamiento funciona y es más, es recomendable para relajarse mentalmente pero sólo cuando está limitado en el tiempo, cuando le ponemos una fecha límite. Es una forma de motivación basada en no pensar, se vive sin etiquetar las situaciones.

Sin embargo, cuando no hay una fecha límite se adquieren hábitos poco saludables porque empezamos a etiquetar las situaciones como desagradables o poco beneficiosas y podemos llegar a abandonarnos tanto física como mentalmente e incluso en casos extremos, hay quien se aísla socialmente. Ha adquirido el hábito de generalizar las situaciones negativas y pronosticar un futuro desastroso. Por su parte, el de la vida ocupada es un no parar, la persona se autoimpone obligaciones innecesarias para estar todo el día ocupada. Es acabar una tarea y empezar otra, es su manera de evitar el malestar, dejar de pensar en la propia vida para centrarse en cosas banales. Mientras está ocupada deja de preocuparse por los temas importantes, no estoy diciendo que se despreocupe de ellos, sino, que les presta menos atención, es una manera de fluir pero de forma obligada y en consecuencia, no aporta el mismo bienestar. La fluidez emocional es gratificante cuando somos conscientes de los motivos que la provocan porque sabemos cómo controlarlos.

Igualmente, también es una forma de combatir el aburrimiento, lo interpreta como perder el tiempo y piensa que si no está siendo productiva, lo está malgastando. Entonces, se autoexige cada vez más hasta que llega un punto donde no puede más y  acaba agotada, entra en el cansancio crónico, dando como resultado la ansiedad y una posible depresión. Está reflejando la incapacidad de vivir en el presente y por eso mismo necesita tener la mente ocupada constantemente. Es como una droga, es la adicción a estar ocupada, a no tener tiempo para desconectar puesto que el hecho de sentir esta presión desafiante contra el tiempo es la que le provoca el placer. Se siente orgullosa y llena de adrenalina, está activa todo el tiempo cuando en realidad está en un estado de malestar enmascarado. Exteriormente es como se refleja, como alguien muy productivo y con mucha energía pero la realidad es totalmente diferente, es una persona estresada y angustiada por el hecho de no poder estar quieta.

Está luchando contra la insatisfacción personal porque es incapaz de disfrutar de los objetivos conseguidos, siempre quiere más y en parte es por no detenerse a disfrutar de ellos. No les da su valor porque nunca ha hecho un balance de esfuerzo- economía, si lo hiciera, quizás, vería que no le compensa ya que el desgaste emocional y/o físico es demasiado elevado en relación al premio. Es mejor parar a disfrutar del presente que estar luchando constantemente por un futuro incierto. Pero curiosamente este estilo de vida fue adquirido de forma puntual, para afrontar con éxito alguna situación en concreto, ya sea una ruptura sentimental, acabar un proyecto laboral, dedicar un tiempo a los estudios, etc. Fue un momento en la vida donde tenía que centrar toda su atención en un único sentido.

Ahora, desgraciadamente, una vez acabado echa de menos este ritmo frenético, un ritmo que no deja espacio al aburrimiento ni a la improvisación, todo está calculado al milímetro para que sea productivo. Ir a trabajar, hacer deporte, llevar los críos a las actividades extraescolares, quedar con los amigos para cenar, etc. Es un ritmo que no deja espacio para nada que no esté planificado y calculado con antelación, es una vida de robot, no deja espacio para las emociones. Están reprimidas ya que no hay tiempo para su expresión pero desafortunadamente, cuando no se expresan en su momento el organismo las va acumulando hasta que enferma y las muestra con el estrés, nos salen manchas y granos en la cara, se nos cae el cabello, desarrollamos úlceras, padecemos lagunas de memoria, etc.

Es un estilo de vida estresante pero no es igual un estrés controlado y de corta duración que uno descontrolado y además, alargado en el tiempo. La persona está interpretando su vida como una cerrera contrarreloj y de forma imparable, no tiene una meta final. Lo quiere todo al mismo tiempo y el hecho de dejarlo para después es interpretado como pereza cuando realmente,  el motivo es la no aceptación de que ya ha conseguido sus objetivos personales y que ha llegado el momento de disfrutar de ellos. Viene a ser como si un inversionista sólo se dedicara a hacer crecer su capital económico sin disfrutar de los intereses generados, no tendría sentido. ¿Para que querría tanto dinero?

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor