Trabajar y estudiar paralelamente

Trabajar y estudiar paralelamente

Sep 11, 2023 0 Por Omar El Bachiri

Algo tan obvio y natural es malinterpretado en muchas ocasiones. Cuando la fuente económica familiar es insuficiente para pagar los estudios superiores de los hijos la opción más lógica es que estos colaboren con los gastos. Dicho de otra manera, una vez tenemos 16 años la escolarización deja de ser obligatoria y por lo tanto, continúa estudiando el apasionado y/o el que desea una carrera universitaria o una formación profesional. Igualmente, la ley lo apoya dado que, a partir de los 16 años podemos trabajar unas cuántas horas mensuales y una vez somos mayores de edad podemos hacerlo ilimitadamente. Del mismo modo, la sociedad ha creado universidades, academias y centros de formación para estudiar de manera no presencial o minimizando las horas en los centros.

Por lo tanto, no hay ninguna excusa real que lo impida y el adolescente que se encuentra en esta situación ha de informarse del lugar donde se ubica el centro académico más idóneo para él. Eso si, tendrá que trabajar y/o reforzar la actitud, la disciplina y el umbral a la frustración dado que, tendrá que prepararse él mismo las clases, los horarios y estudiar aunque no tenga ganas. Esto si estudia a distancia, por el contrario, si lo hace de manera presencial aunque sea diferente, también requiere de disciplina porque no es fácil ir a trabajar después o antes de clase. Estar concentrado en los estudios y después cambiar el chip para hacerlo en el trabajo es un cambio bastante grande pero con una actitud centrada en el objetivo final, es posible conseguirlo sin demasiado estrés.

Con esto último quiero decir que siendo adolescente es más sencillo que hacerlo siendo adulto porque no existe la preocupación por pagar el alquiler, los impuestos, ni la comida dado que, ya lo hacen los padres. Consiguientemente, no estudia quien no quiere porque aunque el coste sea elevado, trabajando los fines de semana, festivos y en vacaciones se puede conseguir. Así pues, los padres no tendrían que sentirse mal por no poder pagar la formación de sus hijos.

Por: Omar el Bachiri

Psicólogo clínico y escritor